Capitulo 27.

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Eileen pov.

Comencé el día antes de que amanezca, deberían ser cerca de las 5 y aún no salía el sol, así que tomé ventaja y me adelanté.

Me alisté como para una guerra, llevaba puesto un imponente vestido negro con detalles en dorado en mí busto con forma de corazón, la forma en que el corset se ajustaba a mí cintura creaba la ilusión de que ésta era aún más pequeña, debajo me puse unos zapatos altos pero cómodos en tono dorado, mí cabello caía sobre mí espalda y me puse la tiara que la Reina me había obsequiado el día de la boda.

Era de fresias de oro y plata, también tenía piedras azules que quizá eran zafiros y otras de diamantes pequeños.

Pero debajo de todo este encanto tenia un arnés en mí pierna con dos dagas y una poción para venenos, siempre la llevaba conmigo, sentía que podría ser útil.

Arriba me coloque una capa de terciopelo gris para cubrirme del frío y no revelar el atuendo hasta llegar allí.

Tenía varias razones para haberme vestido así.

La primera: Ahora era la reina del Bosque Arlem.

La segunda: Quería espantar a Christine, estaba segura como el infierno que estaba enamorada de Zackary.

La tercera: Quería poner en su lugar a Lena, la prima del príncipe que tenía intensiones sospechosas con él y de solo pensarlo se me revolvía el estómago.

Y tercera y no menos importante: El rey Edward estaría allí y probablemente Sarah, y a esos dos no les daría el gusto de verme mal, sobre todo después de lo sucedido con mí abuela.

Corrí escaleras abajo tratando de no hacer ruido, al llegar a la cocina tomé lo necesario y lo coloque en una pequeña canasta: Una manzana, un trozo de queso, pan, una botella de agua y otra de leche.

Salí disparada y por supuesto me encontré con un mayordomo en la sala del castillo así que gentilmente le pedí que preparara de inmediato el carruaje para mí.

El hombre se veía un poco desorientado pero marchó rápido en dirección a los establos.

Estaba por salir por la enorme puerta porque había oído el sonido de los caballos afuera, cuando alguien tocó mí hombro y salté muerta del susto.

Era Robert y me miraba con una especie de diversión y preocupación en su rostro.

- Magestad, ¿Qué sucede? ¿Está usted bien?- El hombre se veía agitado, ¿Acaso había venido corriendo? Me sentí miserable pero hice la pena a un lado, sino no sobreviviría a la vergüenza que el rey me había hecho pasar ayer.

- Yo... Estoy perfectamente, solo que me adelantaré una hora.- Dije tratando de mostrarme serena pero estaba bastante nerviosa.- debo atender unos asuntos con mí abuela - Dije un poco más seria.

-¡Oh! Ya veo, lo siento, no quise ser entrometido.- Se disculpó apenado.- Le avisaré a su magestad que ha partido, debo despertarlo en unos cuarenta minutos.

- De acuerdo, claro, si.- Asentí como tonta retorciendo mis dedos en mí canasta.- Debo partir ya, dile que nos veremos allí.

Una chispa pasó por los ojos de Robert, me pregunte si había algo que el sabía y yo no.

Me incliné hacia delante, le sonreí saludándolo y despidiéndome con la mano.

El carruaje que esperaba por mí afuera era negro, blanco y dorado, miles de formas y siluetas decoraban sus puertas, y seis caballos tiraban de él , incluido Camaleón.

Era realmente precioso.

Entré y me puse cómoda, de acuerdo a mis cálculos no estábamos lejos, creo que era un viaje de una hora y media aproximadamente, así que me dispuse a desayunar con calma y tranquilidad, no recordaba la última vez que había desayunado sin preocupaciones o apurada, normalmente me atoraba con la comida porque debía practicar magia o aprender a pelear.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora