Capitulo 7

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Primer encuentro.

Eileen.

Estaba casi por ingresar al castillo, juraba con su alma que iba a eso, pero de pronto, a lo lejos escucho un grito ahogado que provenía desde los jardines laterales. Aguzo el oído un poco más, quería haber escuchado mal, quería no tener que ir a ver que había sido ese grito, pero la curiosidad mato al gato, y Eileen se escabullo entre las brujas para dirigirse al jardín izquierdo del castillo, caminaba con cautela por un sendero iluminado con pequeñas luces, mas adelante había un sirviente, en una especie de entrada a un laberinto, sabía muy bien que el guardia no la dejaría pasar, y aunque podría usar magia, estaría segura de que habría algún francotirador escondido listo para aprovechar la ocasión y comenzar una guerra nuevamente.

Así que hizo lo que una damisela en problemas haría. Avanzo un poco más y grito al tiempo que se tomaba su tobillo, rápidamente el guardia que estaba custodiando el laberinto corrió en su ayuda.

- ¡Señorita! ¡señorita! ¿Qué le sucede? – El hombre casi fallece al ver su rostro... Era la criatura más hermosa que había visto en su simple vida.

- Lo siento, es que... mi tobillo...- Ella lo miraba con sus enormes ojos grises fingiendo un dolor terrible.

- Yo la ayudare de inmediato, por favor espéreme aquí, tengo un kit de primeros auxilios en la casilla de guardia.

El pobre hombre salió disparado, aunque su cerebro se sentía abrumado, se levanto y marcho por el camino por el que ella había llegado.

Rápidamente Eileen se adentro en el laberinto, y aunque en esos minutos que habían transcurrido no volvió a escuchar gritos nuevamente, camino aun mas, hasta que finalmente llego a lo que parecía el centro de este, en el cual había una gran estatua de piedra del Rey Edward, levantando una espada al cielo, endiosado.

Allí de pie respiro el aire frio de la noche, la temperatura estaba bajando, un leve escalofrió le recorrió por la espalda y se giro de inmediato.

- ¿Quién anda ahí?- Sus manos picaban, sabía que usar magia no era una opción, pero no dejaría que le pongan una mano encima, de ninguna manera.

Desde las sombras, la silueta de un hombre se asomaba lentamente como un cazador acechando a su presa.

Fresias y coronas. (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora