2

13 1 0
                                    

Regan

—¡Eh! ¡Regan!

Dejé de besar a la chica que tenía agarrada de la cintura y giré con rapidez la cabeza hacía la persona que me había hablado. Parpadeé unos segundos antes de sonreír.

—¡Joseph! Que alegría, ¿qué quieres? —dije, molesto.

—¡Que tengo que irme, idiota! ¡¿Si sabes que mis papás me van a matar?!

Me alejé de la chica con la que estaba y pasé a rodearle el cuello a Joseph. Si, estaba muy molesto, dado que me apartó el brazo, furioso y me señaló con el dedo.

—Te dije que me daban permiso hasta las doce y media. ¡Es la una! —chilló.

—Jos, hermano, relájate.

Ahora, más tranquilos, le rodee el cuello con el brazo y le di un sorbo a la cerveza que estaba tomando.

—Regan, esto es demasiado, sabes que te apoyo, pero esto no. Es mucho peor que malo.

Ambos caminamos a paso lento, ninguno de los dos llevaba prisa.

Tú no, pero él sí.

—Jos, Jos, Jos... Vive el momento, tus padres saben que estas conmigo. Ellos no desconfían de mi, piensan que soy un angelito. Lo soy.

Le guiñé el ojo, Joseph me empujó.

—Apestas a cerveza, ¿qué mierda te pasa?

Pasé saliva con fuerza y hundí las cejas. Luego, negué con la cabeza.

—No tengo nada, solo me quiero poner pedo y no recordar nada mañana.

—No, eso no es cierto. Nunca haces fiesta en tu casa, nunca invitas a gente a tu casa. ¿Qué sucedió? O, ¿qué te hizo?

—No se de que me hablas.

Le pasé por un lado, Joseph me bloqueó el camino de inmediato.

—¿Me quieres ver la cara? Wey, se que traes algo, ¿terminaron? ¿Es eso?

—¿Por qué íbamos a terminar? No fuimos nada, nunca lo fuimos.

—Regan, son amigos.

Apreté la mandíbula y pasé por su lado; empujando su hombro en el proceso.

—Oye, espera...

Justo en ese momento, la música se detuvo. Todo el mundo abajo gritó un «uhh» y lo siguiente que escuché fueron gritos. Joseph y yo nos miramos por unos largos segundos antes de bajar a la sala.

Al ver a mi mamá molesta gritándole a mis amigos, se me detuvo el corazón, se me bajó la borrachera y me di unas palmaditas en la cara para reaccionar.

—¡Salgan todos de mi casa en este momento o voy a llamar a la policía! —gritó mi mamá con su acento francés marcado. Papá miraba todo sin preocupación, estaba asintiendo a todo lo que mamá decía.

Todos salieron como tren bala. Algunos me dieron una palmada reconfortante en el hombro y susurrando «nos vemos luego, Regan» «que buena fiesta».

Joseph estuvo a punto de irse detrás de los demás, pero...

—Tú no te vas a ningún lado, Joseph.

—Pero...

—¡¿Qué son estas cosas, Regan?! —dijo mi mamá, mirándome con decepción. Se acercó a mí y me olió— ¡Apestas a alcohol! ¡Ve a darte un baño!

Adele, mi hermana, sonreía como la cabrona que era. Le saqué el dedo de en medio mientras mamá gritaba.

—¡Te estoy hablando, Regan! —me dio un golpe con su abanico en el hombro.

—¡Y yo te escucho!

Me alejé cuando sentí que iba a golpearme.

La señalé.

—Te voy a acusar con el DIF.

Mamá me miró, enojadisima.

—¡Lárgate a bañar, Regan Velásquez o voy a irte a bañar yo!

—¡Pero no me pegues!

—¿O qué? ¿Eh?

—Pues no sé.

—Estas borrachisimo, Regan —mira a Josep, que hace como si el techo fuera magnífico—: Llamaré a tus padres y les diré que fuiste cómplice de Regan en todo esto porque fue exactamente como pasó.

Joseph se quedó callado, al igual que yo. Pero mamá volvió a pegarme.

—¡Que te vayas a bañar!

—Si, si, voy.

La había cagado, en realidad, no creí que mi primera fiesta en casa terminaría de esta manera. Por eso, odiaba dar fiesta en casa.

Pero era una ocasión especial, esta vez, necesitaba una borrachera. Y una en grande.

 Y una en grande

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora