Margaret
Rodé los ojos al escuchar ese apodo salir de su estúpida boca. Entré al local, dejé la maceta en la barra del mostrador y cerré los ojos un momento. Tú puedes. Tú puedes. Solté un gemido, no, claro que no iba a poder hacerlo. No podía controlar mis emociones cuando tenía a gente tan desagradable conmigo.
—¿Y bien? ¿Que se supone que tengo que hacer? —dijo, con un tono engreído.
—Ponte un mandil.
Señalé el estante en donde se encontraban.
—Oye, se que tú tampoco quieres que esté aquí, así que no hagas las cosas más difíciles.
Quise reírme, pero no lo hice. Me mantuve firme en mi lugar mientras sacaba las macetas. Escogí una y me pasé a la mesa donde se hacían todos los trabajos. Comencé a sacar tierra del costal en una bandeja, se la añadí a la maceta y busqué las semillas de la planta que necesitaba.
—En un par de minutos va a venir el señor de los costales de tierra. Mi mamá me dijo que por favor los metieras y los dejarás justo aquí —señalé con el dedo el lugar de los costales sin mirarlo. Lo siguiente que señalé fue el mostrador—: Abajo del mostrador hay una libreta con el nombre de todas la flores y plantas que vendemos con su respectiva descripción. Eso es por si te preguntan algo sobre ellas.
Abrí la bolsa de semillas. Luego, señalé los estantes llenos de plantas.
»Y, por si las dudas, cada maceta con planta lleva su nombre y si te fijas bien están por secciones. Las de sol y las de sombra. Están también las flores —señalé el otro estante, vertí todas las semillas—. Tienes que aprender a hacer ramos por si te piden. Y por último, ¿te gusta Caifanes?
Un silencio amargo reinó en el local, el único ruido que había eran los autos afuera y los pitidos del tráfico.
Por mi lado, cubrí las semillas que había vertido en la maceta.
—Si, ¿a ti te gusta The Beatles?
—Si.
Me di la vuelta para tomar la jarra de agua y tiré un chorro a la maceta. No mucha para que no chorreara, suficiente para que la tierra estuviese un poco húmeda. Alcé la cabeza al oír el ruido del camión.
—Sal, ya llegó el señor.
Ambos nos miramos por primera vez desde hace un rato. Me di cuenta que sus ojos seguían igual de rasgados que en la primaria. Igual de café claro y con sus grandes pestañas. Desvíe la mirada, no me interesaba nada que tuviese que ver con él.
Así pues, Regan salió por los costales y el local estuvo en paz.
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CUANDO TE AMÉ EN OTOÑO
Teen FictionMargaret es demasiado marginada para Regan. Regan es muy creído para Margaret. Regan y Margaret se odian desde primaria, por ende, en tercer grado, ambos no tienen idea de que les tocará compartir salones en su último año de preparatoria. Ambos t...