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Regan

Poso una mano en su cintura, el olor de su perfume me embriaga y tengo que controlarme para no... hacer cosas indebidas que, ciertamente, no debería porque estar pensado. Margaret es solo Margaret. Quiero decir, no es relevante, simplemente...

—¡Ey! —se aparta como si fuera un bicho.

No puedo evitar sonreír.

—¿No qué...?

—Los planes cambiaron, tengo que ir a la florería.

Se me queda viendo y opto por desviar la mirada, apoyo mi espalda en el póster de luz y la miro yo también. Desde que la conozco muy pocas veces la he visto sonreír de verdad, en primaria siempre la miraba desde lejos. Margaret es demasiado atrayente y cautivadora, mirarla es como estar mirando tu película favorita porque cada que la vez te gusta más.

Recuerdo a la perfección sus peinados, nunca fue a la escuela con el cabello suelto por completo. Miraba a todas mis compañeras con su cabello suelto, rizado, lacio, ondulado. Pero Margaret siempre iba peinada, con coleta, media coleta, trenza, trenzas, coletas, con moño, con listón, sin listón, sin moño. Todos los días iba con peinado diferente y era intrigante saber con qué peinado iría al día siguiente. A veces me sorprendía, porque iba con una diadema, su cabello en media coleta y siempre luciendo linda.

Salgo de mi zona de confort y le hago un gesto feo, aparto la mirada y segundos después el camión llega.

Voy a subirme, pero me empuja y sube antes que yo. Aprieto los dientes porque no fue gracioso lo que hizo. Sin embargo, no digo nada y subo al camión, le pago al chofer y me siento en los asiento que están del otro lado de ella. Por suerte, va vacío y me puedo sentar donde quiero.

—¿Tienes novio? —suelto esa pregunta sin poder evitarla. Desde que me dijo que había tenido una cita es imposible no pensarlo. Quiero decir, para nada me ofendí. Puede hacer lo que quiera.

Margaret ni siquiera me mira, ¿por qué?

—¿Qué te importa? —espeta, cruzándose de brazos.

—¿Eso es un si?

Se encoge de hombros, ¿es broma? Ruedo los ojos y miro hacia el frente.

—Neta que a veces me sorprendes.

—¡¿Yo?!

Igualmente me encogí de hombros.

—Wey, eres un pendejo.

La regreso a ver. Muy ofendido. No me está mirando.

—Habló la más tonta.

Rueda los ojos.

—Y me lo dice un vato sin chiste.

—Si, te lo dice el vato sin chiste que besaste.

Gira su cuello como la del exorcista, cosa que me da un poco de miedo, alzo y bajo las cejas al tiempo que sonrió porque estoy satisfecho ante su reacción.

—¡Tú fuiste quien me besó!

Se cruza de brazos, enojada y mira al frente.

El camión frena y un montón de gente se sube. Eres para mi de Julieta Venegas se escucha en la bocina del camión. Muevo un poco la cabeza.

Vatos de la prepa se suben y observo un momento a Margaret antes de ponerme de pie y pasar a fuerzas al asiento de su lado, en la ventana. La escucho soltar un suspiro.

Paso la mano por el asiento pasando por los hombros de Margaret y la observo. Tiene una nariz muy bonita a pesar de su cara de culo todo el tiempo.

—La sombra que pasa la luz que me abraza, tus ojos mirándome —le canto. Tengo la voz chillona cuando canto este tipo de canciones y se que a ella le da risa porque me ha escuchado— La calle que canta su canto de diario, el mundo moviéndose. Y yo se, que tienes miedo y no es un buen momento para ti. Y para esto que nos viene sucediendo. Eres para mí.

Muevo la cabeza al ritmo de la música, regresa a mirarme y tiene esa mirada que me gusta. Rueda los ojos y sigue cruzada de brazos, por mi lado, sigo cantando y le hago cosquillas en el hombro. No se mueve para nada.

Al final, aparta mi brazo y me tapa la boca con sus manos. Nos miramos con los ojos bien abiertos.

—Ya cállate, cállate.

Me empuja y quedo apoyado con la ventana.

—Cállame, Margarita.

Por favor.

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⏰ Última actualización: Aug 10 ⏰

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