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Margaret

Llegué a la escuela más temprano de lo habitual. Simplemente estuve mirando la entrada unos minutos, saqué de mi mochila mis audifonos junto con mi celular y reproducí una canción cualquiera.

Pedí las llaves en la dirección para poder abrir mi salón y dejé mi mochila en su lugar. Salí del salón y empecé a caminar por los pasillos vacíos de la escuela, sentía tanta paz al no ver a nadie y no sentir la necesidad de tener que comportarme "adecuadamente" frente a todos.

Volví a subir las escaleras y detuve mi caminata al ver a Les mirándome. No supe reaccionar.

—Ah, hola.

Me quité un audífono.

—Hola, no creí que llegarás tan temprano.

—Hoy quise hacerlo.

De hecho, no sé qué clase de problemas había con ella. Pero sin duda había mucha tensión, una capa amarga entre nosotras que nos hacía sentirnos incómodas.

—Oye, creo que sobra decir que estos días has estado alejada de nosotros. Y de mí.

No tenía idea de lo que hablaba.

—¿Por qué alejada?

—Parece que te olvidas de nosotros. A mi no me cuentas casi nada, siento que te estoy perdiendo.

—No tengo que contarte todo mi día.

—Si, ya sé. Se que no nos contamos todas las cosas que hacemos, que tienes secretos y que yo los tengo. Pero estás muy distanciada.

—Les, tú tienes tus amigos, Nico también y hasta Amelia las tienes. Yo no tengo eso.

—Nos tienes a nosotros, Magge.

—Si, si... Perdón, perdón.

—No tienes que disculparte, sabes que entiendo a la perfección tu situación. Pero me gustaría que dejarás de apartarme de tu vida.

Tragué saliva con fuerza, el corazón había empezado a latirme con fuerza.

—No lo hago, Lesley. No lo hago. Es que...

Sacudí la cabeza.

—Si, lo haces. No está mal decir que te sientes mal, Margaret. A veces es mejor decirlo que quedarse callada.

—Pero no me siento mal, ¡estoy bien!

Pasé saliva y subí una mano al pecho, sentí algo de opresión, me estaba impidiendo respirar. ¿Y ahora qué?

—Magge, ¿qué tienes?

—Nada, estoy... bien.

Les se acercó a mí y apoyó su mano en mi espalda.

Yo no podía respirar bien, el corazón me brincaba muy rápido. Sentí ganas de llorar.

—Magge, me estás asustando. Cálmate, respira...

Cerré los ojos con fuerza y dejé de escuchar a Lesley. Mi corazón latía fuertemente, había mucha presión en mi pecho y lo último que quise fue que alguien se me acercara. Volví a abrir los ojos, dándome cuenta del rostro confundido de Les.

Sentí la muerte realmente cerca.

No podía respirar. No escuchaba a Les. Me maree y cerré los ojos nuevamente.

Al abrirlos, recordé algo; había planes para mí.

Tenían planes para mí.

Yo tenía planes.

Quería vivir una vida como los cuentos de hadas aunque no existieran.

Quería mojarme bajo la lluvia con mis amigos.

Ir a la playa de noche y reír.

Llorar de felicidad porque simplemente estaba feliz.

Quería enamorarme tanto que hasta se me olvidase como vivir.

Un montón de recuerdos me pasaron por la cabeza, un montón de voces en mi cabeza invadieron mi cerebro y comencé a inhalar y exhalar una y otra vez.

Les y yo riéndonos de tonterías que se nos ocurrían.

Mi mamá abrazandome.

Disculpandome con Amanda, llorando con ella y apoyándola.

Les y yo estando una hora en silencio pero sin aburrirnos la una de la otra.

Regan dándome un beso.

Regan y yo escapandonos.

Regan y yo peleando por algo tonto.

Regan y yo escuchando música.

Regan y yo mirándonos con una sonrisa en la cara.

Regan, Regan, Regan, Regan...

Si, odiaba no poder sacarmelo de la cabeza ni en momentos como estos.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora