48

8 0 0
                                    

Regan

—Sus abuelos le dejaron la casa a usted, joven.

Miré a mi mamá, para que me traduzca.

—Tus abuelos dejaron la casa a tu nombre.

—Ah.

No sabía qué decir, simplemente asentí con la cabeza, me puse de pie y salí del cuarto.

La casa de mis abuelos era enorme y tan pequeña al mismo tiempo que era gracioso. Tenía tres pisos y un sótano, en el primer piso estaba la sala junto a la cocina, en el tercero había cuartos y un baño, en el tercero también había cuartos y una terraza pequeña hasta arriba. ¿Ya había dicho que los cuartos tenían balcón?

También contaba con jardín en césped, plantas de todo tipo y... flores, si, un montón de flores.

—Hé, tu parles français? —me giré en redondo para ver al chico blanco con el cabello chino como el de mi mamá—: Anglais?

—¿Español?

Puse mi cara de desagrado. El tipo sonrió.

—¡Si, si, si! Renato, un gusto.

Me tendió la mano y se la acepté.

—Tú debes ser... ¿Regan?

—Si.

—Fantástico, fantástico...

—Renato, viens ici!

Una señora le habló y Renato salió corriendo, a la que ubiqué en el marco de la puerta que da a la casa era mi tía Sophie, quien vive en esta casa con mis abuelos. O, bueno, vivía con mis abuelos.

Sin embargo, no había pasado más de un día aquí y todos ya nos miraban mal a mí y a Adele. Que, la verdad, a ella no le importaba mucho, estaba más concentrada en otras cosas. Y eso estaba mucho mejor.

Antes de darme la vuelta para entrar a la casa; miré hacía mis pies. Alcé las cejas al notar algo que no había visto antes esto.

El césped estaba repleto de Margaritas.

Y dejé que las Margaritas me cubrieran sin darme cuenta.

—Regan.

Elevé la cabeza para encontrarme con mi mamá, me hacía señas de que fuera hacía ella y eso hice.

En la sala ya estaba toda mi "familia". A excepción de mis abuelos que nunca conocí. Estaba mi tía Sophie con sus dos hijos y su esposo Greg, mi tío Gerónimo y su hija Camile y luego estábamos nosotros.

—Tendré que hablar en español para que me entiendan todos —habló un señor con traje, el abogado. Nadie dijo nada y el señor continuó—: La casa fue heredada al joven Regan Velásquez Adams y a la señorita Adele Velásquez Adams desde que la señorita Adele nació. Eso es todo. Es la única herencia que dejaron.

Mi tío Gerónimo, que tenía los ojos cerrados los abrió y pasó la mano por su boca y barbilla.

—¿Y el dinero?

—Si, ¿qué pasó con el dinero? —habló Sophie, con su acento francés marcado.

El abogado negó con la cabeza.

—Me temo que el señor y la señora Adams no dejaron dinero, para nadie, ningún solo dólar.

—¿Cómo puede ser eso posible? ¡Mis padres nadaban en dinero!

—Mmm, no, señor. La señora Penny se gastó su dinero remodelando la casa y el señor Johnny se lo gastó...

—¿En qué se lo gastó? —pregunté, al ver que el abogado se quedaba callado y disminuía su tono.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora