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Regan

No estaría de más decirlo. A Margaret le queda increíble el uniforme —aunque el  sea horrible— y se ve realmente bien usándolo. Nos miramos un solo segundo antes de que suelte:

—Hola.

Ella no responde de inmediato, su hola es tímido, duduso y desconfiado:

—Hola...

No se porque estoy hablándole. No se que hago aquí, no se porque la seguí, no sé porque mierda estoy diciendo no sé como si pudiera resolver alguna cosa de la que estoy haciendo.

—¿Qué haces?

Mierda, debería tener un premio a preguntas más idiotas.

—Saliendo del baño. —Parecía más pregunta.

—Ah, si, si, ya veo...

—¿Quieres algo?

Desvio un poco la mirada —sus ojos son demasiado lindos— y digo:

—¿Yo? No, no, solo...

—¿Necesitas algo?

—¿Qué...?

—Es que tengo que ir a comprar un agua.

—Ah, pues te acompaño.

Doy la vuelta con tal de que me siga. Lo hace por extraño que se escuche.

Saludo a Álvaro mientras caminamos, Margaret compra su agua y yo un chicle. Le doy el otro y ella lo acepta.

Sin embargo, un roce de dedos manda una clase de toque a todo mi cuerpo y me obligo a apartar la mano, al igual que ella.

Después, salto del miedo, la bocina de la escuela se encendió e hizo un ruido raro.

Ella se está riendo.

—¿Qué se supone que es gracioso?

Ella niega con la cabeza y sigue riendo. Al instante, mientras abre la botella de agua; imita lo que acabo de hacer.

—Uy, no, ahora uno no se puede espantar...

Le toma al agua. Entonces le empujo la botella de agua y no contaba con dos cosas. La primera: que se atraganta. Dos: se moja del cuello para abajo y suelta un jadeo.

—¡REGAN! —dice en voz alta.

—Ay...

Margaret se molesta, siento mi corazón latir con fuerza cuando la veo apuntar al botella de agua hacía mi y me alejo antes de que me moje más dando pasos torpes hacia atrás, corro lejos de ella.

—¡Regan!

Grita detrás de mí.

—¡¿Qué...?!

Me giro para saber lo que quiere, pero un dolor en la frente hace que cierre los ojos. Si, me tiró la puta botella de agua en la cara y le atinó.

Observo como la botella cae y agacho la mirada sobando mi frente. Sin embargo, un sonido llama mi atención y me obligo a alzar la mirada; Margaret se está riendo a carcajadas, pero no es cualquier risa, es una risa diferente. El tipo de risa que saca cuando está con sus amigos porque se toca la panza con una mano y echa la cabeza hacía atrás. Está riéndose.

Verla reír de esa manera hace que el dolor en mi frente desaparezca instantáneamente.

Es cuando sonrío.

Llego a mi casa con un gran animo

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Llego a mi casa con un gran animo. Honestamente, me gustaría saber porque.

—Regan, ven.

Voy a la cocina y me encuentro a mi hermana y a mi mamá haciendo galletas, por lo que me acerco a ella, le doy un beso a cada una en la frente.

—¿Qué pasó? —me rasco la cabeza y las observo.

Adele parece estar seria, como si estuviera enojada.

—Tú papá los quiere ver.

Alzo levemente las cejas. Paso saliva y me quedo mirando un punto en específico. Honestamente había imaginado este momento, lo estaba esperando... pero no ahora. Estaba siendo algo muy rápido y verlo no sería lo mismo. Sabiendo todo lo que pasó, una persona totalmente distinta a la que me crió.

—¿Cuando?

—No le he dicho que si.

Dejé caer los hombros.

—¿Te habló? ¿Cuando?

—Hoy en la mañana, creo estaba borracho. No sé.

—¿Entonces que le vas a decir?

—Que no claramente —baja la mirada y comienza a quitarse la masa que tiene acumulada en las manos—. Pero no los voy a detener si quieren verlo o quieren preguntarle qué pasa con él.

Asiente lentamente con la cabeza, pero no digo nada. Paso mi mirada de mi mamá a Adele.

—¿Tú quieres verlo?

Adele abre la boca para decir algo, pero al final no dice nada.

—No. Por ahora no.

Vuelvo a asentir con la cabeza.

—Yo si.

—Yo si

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CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora