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Margaret

Quería irme a casa.

Para empezar, me había quedado sin comida.

Y, si, por culpa del baboso de Regan.

Luego, para mí mala suerte, Regan y yo íbamos a estar juntos en el mismo salón. Iba a tener que aguantar sus malditas pendejas y, además, lo único bueno es que cada quien había elegido su asiento. Él en una esquina y yo en otra, así nunca íbamos a saber del otro.

Pero lo que había alegrado mi día había sido cuando lo sacaron de la clase de Cálculo diferencial, el maestro Ricón era, ahora, sin duda mi maestro favorito. Es como si tuviera un fuerte odio hacía Regan, era algo que teníamos en común.

—Oooh, y también conocimos a un par de amigos. ¿Te digo algo? Solo les hablamos porque se ve que la tenían grande, además, nos invitaron a salir.

—Vaya, eso... suena genial, ¿y aceptaste?

Les me miró y rodó los ojos.

—Oye, estás molesta, lo entiendo, pero, ¿siquiera me prestas atención? Te conté que dijimos que no y que Nico dijo que si, así que yo no iré y Nico si.

—¿Eh? No, no estoy molesta.

—Magge, te conozco. Tú cara está más seria de lo normal.

—Mi cara es seria de por sí.

Les suspiró. Se detuvo y se subió la mano a la frente.

—¿Sabes que? Mejor me voy caminando a mi casa, seguro me encuentro a Doris en el camino. Adiós, te veré mañana.

—Les, oye...

Pero Les siguió caminando, la vi alejarse, su cabello revoloteaba mientras más se alejaba. Y, quise ir detrás de ella, pero simplemente no pude. Me quedé de pie, ahí parada apretando los puños. Faltaban unos cuantos metros para llegar a la florería.

Cerré levemente los ojos, ¿qué me pasaba? No sé, de alguna forma mis problemas siempre terminaban afectando mis relaciones. Ya no sabía qué hacer en momentos como estos, creo que lo único que hacía era llegar a mi casa, cambiarme y escuchar música. Quizás llorar hasta rendirme y dormirme.

—Hola, mamá.

—Magge.

Dejé la mochila en la bodega, me quité la playera de la escuela y la cambié por una de color negro. Luego salí y me puse el mandil, me percate de que Regan ya había llegado y estaba hablando con mi mamá.

En eso, un montón de gente entró. Suspiré, enganché una sonrisa y me acerqué a ellos.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora