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Regan

Jugaba basta con Adele cuando el timbre sonó.

Me puse de pie y le dije a Adele que no viera mis respuestas.

Abrí la puerta, era mi mamá. Venía hecha un desastre, tenía los ojos hinchados y estaba despeinada. Me asusté. Pensé lo peor.

Pero mi mamá no dijo nada, simplemente corrió a abrazarme en cuanto pasaron tres segundos. Y, desorientado sin saber lo que había pasado; mamá y yo nos fundimos en un abrazo reconfortante.

Entonces, cuando esas palabras salieron de su boca. Me quedé todavía más confundido.

—Tus abuelos fallecieron, Regan.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora