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Margaret

Para ser sincera, me gustaba estar viva. Pero no me gustaba saber que algún día moriría y que algún día me dolería morir.

Que, algún día, todos se iban a olvidar de mi existencia

Ese sentimiento entraba en tú sistema cerebral y te hacías a la imaginación. De un momento a otro ya no quieres hacer nada, no te sientes con ánimos de nada y crees que has despreciado toda tu vida entera cuando sólo tienes diecisiete años.

Me di la vuelta en la cama de Les. El departamento en donde vivía era pequeño pero muy bonito y cómodo. Tenía su propia recámara y eso era increíble, cosa que casi nadie en Latinoamérica tenía. Más que los ricos o los hijos únicos.

—Lo besé... ¡Dejé que me besara!

Solté una risa, Les se veía histérica luego de decime eso.

—¿Y qué tal?

—Pues... wey, besa bien. Pero no hay... química.

—Si hubiera química hubiera sido difícil.

—Por suerte el hubiera no existe, además, tu dijiste que la química era fácil.

—¿Yo dije eso?

—Si, lo dijiste.

Hundí las cejas, le robé una jícama del plato que traía en las manos.

—En fin, ¿ya me vas a contar que traes con Regan?

Casi me ahogo con la jícama.

—¿Qué podría tener?

—No sé, Ame nos dijo que ya se conocían.

Pasé saliva con fuerza y tomé otra jícama.

—Pues si, ya lo conocía, por desgracia.

—¿Y...?

—Íbamos juntos a la guardería, luego en el kinder y en la primaria también.

—¡Ostia! Eso suena cool.

Puse los ojos en blanco ante su acento español. Pero sonreí.

—Pero no éramos amigos, nunca lo hemos sido.

Encaró una ceja.

—Tuvimos un problema, luego me di cuenta que era tan creído y tan presumido. Lo odié.

—¿Puedo ver una foto? Esto es como un libro, te lo juro.

Me incorporé en la cama y tomé el celular, yo no tenía fotos de mí pequeña en la guardería o en el kinder. Pero, sin duda, mi mamá tendría en su Facebook. Y, fue exactamente como fue, mamá tenía un montón de fotografías mías.

Le pasé el celular a Les y cada que pasaba una foto abría la boca, asombrada.

—¡Mírate! ¡Que bebe más tierna eras! —sus mejillas se tornaron rosadas. Negó con la cabeza, me devolvió el celular y agregó—: Y él siempre ha estado feo, uau.

—¿No dijiste que estaba guapo?

Les me miró, como diciendo lo obvio.

—Creeme, ya lo vi bien. Está feo, nunca entenderé tus gustos.

—Oh, hablando de eso... También tuvimos otro pequeño problema en la primaria.

Les, que escogía la jícama con más chile y piquetito dijo:

—¿Cómo que?

—Como que nos dimos un beso.

Les soltó un chillido y elevó la mirada, estupefacta.

—Fue en la primaria, pero luego me dijeron que Regan había dicho que no le gustó. Me puse algo triste.

—Oww, una Magge triste. Que lindo.

Batió las pestañas, por mi lado, le lancé un cojín.

—¡Oye! —se quejó.

—¡Me sentí muuuy mal! Lloré por una semana entera.

—Oh, oh, oh. ¿Te vengaste?

—Claro que si, no iba a dejar que se saliera con la suya.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora