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Regan

—Ya llegamos, chicos —dijo, con emoción mi mamá.

Adele y yo, que jugábamos peleas de pulgares dejamos de hacerlo para salir corriendo del auto. Adele abrazó la reja de la entrada.

—¡Te extrañé rejita linda!

—No seas dramática, Adele. Ayúdame a bajar las cosas.

Bajamos nuestras mochilas y entramos a la casa, un olor familiar se me vino a la nariz y esbocé una sonrisa. Tenía le grata teoría de que cada casa olía diferente.

—Regan, ¿puedes fijarte si dejé la bolsa rosa de ropa en la cajuela? No la encuentro.

Asentí con la cabeza al tiempo que tomaba las llaves del carro. Chiflé una canción cualquier al salir de la casa, miré a ambos lados y seguí con mi camino. Abrí la cajeula y solté un bufido al ver la bolsa rosa. Mamá siempre olvidaba las cosas.

Al cerrar la cajuela, me metí un gran susto al ver a Rosa, la vecina de al lado.

—Buenas tardes, vecino.

—Ah, hola...

Ella me sonrió, siempre me la encontraba barriendo. Le devolví la sonrisa y me dirigí a la puerta.

—O, una cosa antes de que se vaya.

Giré para poder escuchar qué clase de cosa me diría.

—Su novia vino a buscarlo el viernes por la mañana.

Hundí levemente las cejas.

—¿Qué le dijo?

—Nada, pero me dijo que si lo veía le dijera que por favor se contactara con ella lo antes posible.

Abrí la boca para decir algo, luego volví a cerrarla.

—Es una muchacha muy bonita.

La señora Rosa apoyó la barbilla en la escoba.

—Si, lo es.

Fui de nuevo a la casa y dejé la bolsa en la mesa. Al llegar a mi cuarto, encendí mi celular y le mandé un mensaje.

Regan: Si, estoy bien. Salí por asuntos familiares.

No tardó en responderme.

Vanesa: Estaba espantada

Vanesa: No respondías

Hablamos todo el día.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora