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Margaret

El timbre para la última clase sonó y me alegré.

Estaba cruzada de brazos cuando sentí como me empujaban el brazo.

—Perdón.

Los dedos de Regan se apoyaron en mi antebrazo, no le di la satisfacción de mirarlo. Menee el brazo para que dejara de tocarme y alcé la mirada para fingir que el pizarrón era muy interesante.

Regan tampoco dijo algo más, solo observó mi gesto y salió del salón. Me permití mirar su espalda, llevaba la mochila, hundí las cejas. ¿Qué no faltaba una clase para salir?

Sacudí un poco la cabeza restándole importancia.

Me importaba una riata.

Para cuando la clase empezó estaba malditamente aburrida. Me la pasé rayando la butaca y poniendo letras de canciones que me gustaban. También hablé con mis amigos por el chat, me reí en varias ocasiones, pero el maestro no se dió cuenta.

No pude verlos al final de mi clases porque ellos salían hasta las dos de la tarde y yo a las doce y media. Así que me despedí mandandoles besos desde afuera de su salón y salí con Ame de la escuela.

—¿Vas a trabajar?

—Por desgracia. ¿Tú te vas a tu casa?

Amelia negó con la cabeza.

—Mmmm no, me invitaron a... comer.

Abrí los ojos.

—¿En seriooo? Por dios...

—Si, les contaré todo mañana. Te lo juro, me tengo que ir.

Me dió un abrazo tan tierno y suave que lo quise para siempre.

—Bye...

La vi alejarse de mí. Me di la vuelta hacía hacía el otro lado para ir a donde siempre. Traté de caminar despacio, dado que me había llevado un gran susto el miércoles. Hacía mucho que no tenía un ataque de pánico, se había sentido tan horrible y ahora entendía mejor a Adele.

No recuerdo cuando fue la primera vez que tuve un ataque de pánico, pero de algo que si recuerdo, fue que comencé con ellos cuando comencé a ir a los entrenamientos de futbol y todo eso. Amo el futbol, y no pienso dejarlo por tan mal que este mi salud.

Llegué a la florería como todos los días, entré por la puerta de cristal y dejé mi mochila donde... ¿La mochila de Regan? Miré a mi alrededor, no había nadie, estaba todo vacío y por un instante me asusté.

—¿Mamá? ¿Amanda? ¿Hooolaaa?

—Hola.

Me subí la mano al pecho, Regan se encontraba saliendo de la bodega con una mano en la espalda.

—¿Tú qué haces aquí?

—¿Te recuerdo que trabajo aquí?

No quería pelear, no tuve que ganas de pelear. Simplemente dejé que hiciera lo que quisiera.

—¿Dónde esta mi mamá y mi hermana?

—Fueron a comprar unas cosas a Coppel, dijeron que iban a tardar un poquito.

Asentí con la cabeza y me puse mi mandil.

—¿No vas a preguntar dónde he estado?

No respondí, me dediqué a limpiar la tierra que estaba regada por toda la mesa.

—Margarita, anda. Háblame.

Rodeó la mesa para poder verme a la cara. Ahora lo tenía enfrente mío.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora