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Regan

—¡Hey! ¿Quieres ir a galerías? No quiero llegar a mi casa.

Le pagué a la señora el eskimo que me había comprado y le di un sorbo. Vanesa me observaba desesperada y con la mochila ya puesta.

—Quisiera, pero no puedo. Tengo trabajo y ahorita no estoy en mi casa.

—¿Y eso por qué?

—¿Acaso has leído los mensajes que te he estado enviando?

Se quedó callada. Solté un suspiro y le pase por un lado. Saludé a Álvaro mientras subia las escaleras para ir a mi salón.

—Si los leí, lo juro... ¿Te estás quedando en casa de tu tía?

No le respondí.

—Te veré luego, quizás mañana podamos salir.

Ella sonrió. No sé porque me gustó ver su sonrisa.

—Está bien, ¿lo prometes?

—Lo prometo.

Sin darme cuenta, se había acercado a darme un beso en la boca.

Me quedé inmóvil en mi lugar, procesando lo que había pasado en tan solo segundos y, cuando pude reaccionar —que lo dudaba— caminé con lentitud a mi salón. A ver, que si me había imaginado a Vane y a mi dándonos besotes en la boca más de una vez.

Y, para ser la primera vez.

No había sentido nada.

Si, odiaba no sentir nada cuando tenía que hacerlo.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora