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Regan

Miré desde la terraza el increíble atardecer.

Estaba solo, era muy sensual la forma con la que los colores se difuminaban para crear otro más. Las nubes haciendo contraste y la leve figura del sol mirándose fascinante.

—Ey, aquí estás. Tú mamá te está buscando.

—Si, ahorita voy —dije, sin apartar la mirada del cielo.

Creí que mi tía Ginger se iría, pero no lo hizo. Se quedó de pie aún lado mío, en el balcón, fue cuando aparté la mirada del atardecer.

—Que buena vista estás teniendo, ¿verdad?

—Si, maravi...

Me detuve cuando escuché risas femeninas, bajé un poco la mirada para encontrarme a un grupo de chicas divirtiéndose en la alberca de una casa. Pasé saliva.

—No, quiero decir no, no hablaba de...

—¡Ay, Regan! No te hagas el inocente conmigo, yo también tuve diecisiete y —me dio un codazo en el brazo—, créeme, te entiendo a la perfección. Cuando tenía tu edad era una tremenda con la hormonas a cada nada.

Solté una risa y observé a las chicas, eran lindas. La rubia me estaba mirando mucho, un momento, todas observaban hacia acá.

—Si, pero no las estaba mirando a ellas. Miraba el atardecer.

Mi tía también lo observó.

—Por eso compré está casa, ¿lo sabías? Tiene una vista perfecta, muy placentera.

—Si, es muy bonita.

—Eres bienvenido a mi casa si algún día no tienes a dónde ir.

—Gracias. Es muy bonita, la verdad.

Me quedé mirando hacía la nada.

Mi tía lo notó.

—¿Sigues hablando de la casa o del atardecer? O, ¿de una persona?

Sacudí la cabeza y negué con la cabeza. Pero no dije nada.

—Ya, entonces... Háblame de esa chica, o chico. No juzgo.

—No, no hay nadie.

—Hay, por favor, conozco esa expresión —me hizo cosquillas en la nariz.

—Bueno, si, hay una.

—¿Chica? Vaya, un poco de decepción lésbica me he llevado.

Sonreí.

—Pero bueno, ojalá las cosas se den bien y te deseo lo mejor con esa muchacha. ¿Así es como dicen? Muchacha.

—Pero... ¿Y si no la quiero para eso?

—¿A que te refieres?

Alcé la cejas, no se si mi gesto iba a servir, pero da la casualidad que mi tía entendió.

—En ese caso... No estaría de más experimentar, saber a dónde tus sentimientos pueden llegar. No lo evites, si las cosas se sienten raras y quieres abandonarlo... no lo hagas, te sientes así porque tú cerebro te está indicado que es terreno desconocido. Así que permitete conocer y experimentar.

Vaya, me había cambiado incluso la manera de pensar con ese simple consejo.

—En fin, ya vámonos. Quiero aprovecharlos antes de que se vayan.

Mañana volveríamos a nuestra casa.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora