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Regan

—Hola, enamorado —le dije en el oído a Dani.

—Solo un poco.

—Lo sabía, sabía que Dani sería el primero en tener pareja de los tres.

Asentí con la cabeza, dándole la razón.

—¿Yo? No mamen, mi vida amorosa está por la borda, literalmente.

Joseph y yo nos miramos.

—Porque quieres —dijimos, al mismo tiempo.

—¿Eh?

—Si, hay un montón de morros gays en toda la escuela. Más bien, hay mayates, pero gays al fin de cuentas.

—Y yo he visto muchos ojos mirándote.

—¡¿Y por qué no me dices?!

—Oye, no voy a delatarlos. Yo he sido uno de esos que se le quedan viendo a alguien cuando les gusta.

—Si, como a Margaret.

Fruncí el ceño, ¿qué...?

—Oigan, la verdad ya no se si creerles. Creo que me están diciendo todo esto porque son mis amigos.

—No, hablo en serio y Regan también.

Parpadee, me había quedado en trance por lo que había dicho Jos.

—Si, lo que él dice —dije, un poco aturdido.

—En fin, ¿quieres que me haga amigo de alguno y te lo presento? Mira, ese güero de ahí es mayate mayate.

Le rodeó el cuello a Dani y comenzaron a señalar a todos.

Por mi lado, entré al salón y sin buscar con la mirada encontré a Margaret y sus amigos hablando. Pude ver que estaba comiendo un durazno, fui corriendo hacia ella y se lo arrebaté de las manos.

—Hola, amiga, ¿qué vamos a comer hoy?

—¡Regan! —se quejó.

Miré su almuerzo, eran sincronizadas, y catsup en una bolsita. Le quité una y la abrí.

—¿Qué en tu casa no te enseñaron a no tocar las cosas de los demás?

—Claro que sí, pero me dijeron «si hay comida, quitaselas toda».

—Vete de aquí.

Me empujó y yo feliz me salí del salón con mi almuerzo.

Sonreí.

Al salir de la escuela me encontré a Vanesa en la salida

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Al salir de la escuela me encontré a Vanesa en la salida. Ella me sonrió con la boca cerrada y, mientras se acercaba, me entraron ganas de...

—Oye, ¿qué vas a hacer mañana después de las clases? ¿No quieres ir a fumar a la playa?

Pasé saliva y miré hacía la calle y a todos los que salían de la escuela.

—No puedo, tengo reunión con mi equipo de historia.

—Que hueva, pero... ¿No puedes no ir?

—No, quedamos que sería en mi casa.

—¿Neta? Vaya, que responsable me saliste, Regan.

—Ya sabes.

Me encogí de hombros y al instante divisé desde la distancia la cabeza de Margaret. Se despedía de Amelia con un abrazo y comenzaba a dar marcha calle abajo para tomar el camión.

—¿Entonces...?

—Te veo luego, ya me tengo que ir —dije sin despegar los ojos de Margaret. Le di un pequeño golpe en el brazo y le pasé por un lado.

Margaret caminaba normal, en ese mismo momento detalle como sacaba unos cables negros todos revueltos. Sabía de qué se trataba su pequeño acto, así que me acerqué a ella y le pinché la cintura.

Margaret se dió la vuelta, muy asustada.

Me señaló con un dedo.

—No me vuelvas a hacer eso, ¡en tu vida!

—Está bien.

Se dio la vuelta y siguió caminando.

Me detuve a su lado y le quité el audífono, me lo puse en la oreja y asentí con la cabeza cuando Kiss Me de Sixpence None The Richer se escuchó en mi oreja.

—Dame eso —me lo arrebató. Se lo puso y me ignoró en todo el camino.

Suspiré y seguí caminando a su lado hasta llegar a la florería.

Suspiré y seguí caminando a su lado hasta llegar a la florería

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CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora