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Regan

Conecté la USB en el estero.

—Listo, puedes cambiarlas y todo el pedo.

Margaret dejó sus ojos enfocados en el esterio esperando a que una canción se reprodujera. Debajo De Tu Piel de Caifanes fue la primera.

Margaret amplió una sonrisa y me osbervó.

—Bueno, al fin de cuentas si hay algo rescatable de ti.

—Lo sé, soy pe...

—Tú gusto musical. Solo eso.

—Ay, ¿en serio? —le miré, incrédulo—: Eso no pensabas de mí en el kinder, recuerdo todo como si fuera ayer.

Subí la mano al pecho fingiendo amor.

Pues eres muy bueno, tan bueno que parece cierto.

—A ver, ¿que recuerdas?

—Muchas cosas, Margaret, muchas cosas.

Sin darnos cuenta, nos habíamos quedado callados, mirándonos simplemente.

—Lo único que recuerdo es que eras de los más chillones y te odiaba.

—¿Me odiabas? Creí que los seguías haciendo.

Silencio.

—Lo sigo haciendo, no te sientas especial.

Quise quedarme a trabajar, solo para molestarla, seguramente si me quedaría.

Pero había alguien afuera esperándome.

—Ya me voy, te veo mañana.

Margaret soltó un suspiro y asintió con la cabeza.

—Ojala y no te vea.

—Ay, ojalá y repruebes todas tus materias.

—Ay, ojalá y tú también.

—Bueno, entonces, te veré en el extraordinarios.

Me sacó el dedo de en medio y salí de la florería.

Vanesa me esperaba mientras comía su helado.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora