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Regan

Que increíble había sido tener el papel de víctima.

Y culpar a Margaret.

Había sido magnífico saber que doña Diana iba a regañarla.

—Oye, Regan... —me habló Álvaro— ¡Peda en mi casa!

—Cool, llegaré un poco más tarde de lo normal.

Salí del salón en busca de Dani, empujé sin querer a Margaret y la ignoré.

Dani hablaba con Vanesa, no me sorprendió. Me acerqué a ellos y, al hacerlo, el ambiente se tornó un poco incómodo.

—Dani... ¿Te gustaría ir a una fiesta?

Él me miró, sin ninguna expresión en el rostro.

—¿Hola? ¿Estoy pintada?

—Ah, hola. ¿Tú quieres venir?

Ladeó la cabeza, enojada, pero igualmente sonrió.

—Yo si.

Observé a Daniel.

—¿Tú vendrás?

Negó con la cabeza.

—¡Ay, no! Dani, anda, ven con nosotros. No seas así —le suplicó Vane pinchándole el pecho con el dedo.

Daniel apretó los labios formando una línea, suspiró y miró hacía alrededor.

—No lo sé...

—Yo pasaré por ti, podemos irnos juntos.

Dani enfocó sus ojos oscuros sobre mí, me sonrió un poco.

—De acuerdo, te espero en mi casa.

—A las ocho.

—A las ocho —asintió con la cabeza.

Salimos de la escuela juntos. Y, en la salida, estaba un señor vendiendo helados.

—¿Quieres uno? —le pregunté a Dani mientras sacaba mi cartera.

Vanesa ya se había ido con sus otros amigos.

Me dió igual.

Daniel asintió con la cabeza, yo pedí uno de sabor chocolate y él uno de sabor limón.

—¿Te digo algo? Jamás entenderé porque carajos pides algo salado en un cono dónde debe ir helado dulce.

—Es helado de limón, Regan. Es dulce.

—Claro que no, el helado de limón se puede comer con piquetito o con chamoy. En cambio, el helado de chocolate lo puedes acompañar con galletas o chispas de colores.

—Bueno, ya. Mucho odio hacía mis gustos en helado.

Solté una risa.

—Por cierto, el helado es símbolo de disculpa.

Daniel dejó de comer de su helado para mirarlo.

—Me hubieras dicho antes, le habría dicho al señor que quería más bolas.

Le rodeé el cuello.

—No te preocupes, está noche, después de que vaya por ti, te encontraré el mejor par de bolas que hayas visto.

Daniel me empujó.

—No seas asqueroso, Regan.

—¿Qué? Trato de ayudarte, Dani, tu vida amorosa es aburrida. Si estuviéramos en una película, no me gustaría que tú fueras el personaje solitario que apenas tiene amigos.

Ladeó la cabeza.

—Vaya, eso pareció... ¿Una ayuda? ¿Eso qué quiere decir?

—Quiere decir que te quiero lo suficiente como para querer salvar tu adolescencia. Mierda, tenemos diecisiete, ¡la noche es joven, Daniel!

Era joven, pero no eterna.

Era joven, pero no eterna

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CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora