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Margaret

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué quieren que pague quinientos pesos y te firmen esto?

Pasé saliva con fuerza.

—Lee lo que dice.

Mi mamá entrecerró sus ojos oscuros antes de bajar la mirada al papel. Retorcí las manos, el pie lo movía de arriba abajo y tenía un nudo en la garganta. Estaba de menos decir que le tenía miedo a mi mamá, mi familia siempre me recalcaba que mi mamá me pegaba de pequeña.

Y que me metía unas putizas de ensueño.

Cuando terminó de leer el papel cerró los ojos un momento y volvió a abrirlos. Se frotó los ojos como diciendo «porque chingada madre no aborté». Digo, eso habría salido perfecto para mí, pero la que quiso tenerme fue ella.

—¿A Regan? ¿Y se puede saber qué pasó?

—Me estaba molestando, mamá...

—Esa no es excusa Margaret —dijo, bastante seria.

—Claro que lo es, mamá, no sabes lo...

—Tenemos suficientes problemas como para que tú me salgas con estas cosas. Yo no puedo pagar esto, llámale a tu papá, dile lo que hiciste y que él te firme. Lo que hiciste no tuvo nada de gracia.

Se levantó sin decir algo más. Así que me adelanté.

—Mamá, espérate. Oye, no es culpa mía que a Amanda la hayan engañado. ¡Parece que ella es la más importante aquí!

—No me alces la voz Margaret.

—¡No lo hago!

Abrió la boca para decir algo, no lo hizo. Volvió a cerrarla, negó con la cabeza y se dió la vuelta para subir a su habitación.

Me quedé sola en el comedor.

—Llamale a mi papá, solo inventale algo, pon cara de cachorro y caerá.

Me di la vuelta al escuchar la voz de Amanda. Me sentí chiquita, había dicho aquello sin pensar. Para empeorar, Amanda estaba terrible, tenía ojeras debajo de los ojos y también los tenía hinchados.

—Eres la favorita, después de todo.

—Eso no es cierto, ustedes dos sí parecen serlo.

Amanda negó con la cabeza y apoyó su cuerpo en el marco que daba a la cocina.

—No, Magge, eso no es cierto.

Me quedé callada. Amanda me señaló la cocina con la cabeza.

—Te calenté la comida, mamá hizo arroz con frijoles y la carne asada está en el microondas.

Me pasó por un lado, ahora me sentía culpable de absolutamente todo.

Si, odiaba, detestaba de todas las maneras posibles ser como era.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora