28

8 0 0
                                    

Regan

Todo había resultado bien.

Menos cuando una cucaracha decidió aparecerse.

Terminé de darme un baño y bajé a la sala, me acosté en el sofá y miré la hora en el reloj. Mi mamá y Adele no tardaban en llegar, así que me puse a ver la televisión mientras miraba el celular sin mucho éxito.

Noté el estado que Margaret había subido, le di click antes de arrepentirme. Suspiré, era una simple foto de su perro. Detrás salía ella, reflejada en el espejo. Sonreí maliciosamente.

Regan: aprende a tomar fotos

Tardó un montón en responder, el capítulo de la serie que estaba mirando ya había terminado y ella apenas me había respondido.

Margaret: Y tu aprende a no ser tan hostil

Regan: que linda está

Margaret: ??

Regan: la perra, Margarita, la perra

Regan:no te vayas a sentir especial

Margarita: no necesito que me lo digas, yo ya lo sé

Regan: Por cierto, aún no hemos terminado el mural.

Margarita: Disculpa, dijiste hemos???

Margarita: La parte que faltó fue la que no hiciste tú por estar de miedoso pensando que había otra cucaracha

Margarita: Termínalo solo

Regan: nah, mañana te vienes a mi casa

Margarita: Mañana trabajamos

Margarita: Te dije que estoy castigada

Margarita: Eres retrasado o que?

Regan: entonces nos vemos el domingo

Margarita: No

Margarita: El unes después de la escuela. Podríamos no ir al trabajo y quedarnos en la escuela a hacerlo

Margarita: PUNTO.

Vi como el «en línea» desaparecía. Fue mi momento de apagar el celular. Pasé las manos detrás de la nuca y sonreí.

Los domingos de no hacer nada eran mis favoritos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los domingos de no hacer nada eran mis favoritos. Íbamos a casa de mi tía Jenny y comíamos en familia. Ahora bien, mi papá no estaba en casa desde la pelea que había tenido con mi mamá. No sabíamos de él Adele y yo. Y, supuse que mi mamá nos había traído a casa de mi tía Jenny para disimularlo.

—¡Regan! —mi primo Leo me abrazó la verme—: Sigo diciendo que tu nombre es demasiado estúpido y gringo.

—Gracias a dios no lo soy.

—Oye, ¿qué tus papás se van a separar?

Su pregunta me había dejado un poco aturdido, abrí la boca para decir algo pero luego, al instante, la cerré sin poder articular una respuesta decente.

—No... no sé, la verdad.

—Es broma, wey... La verdad no tengo idea de la relación de tus papás, pero... ¿Te gustaría una reta?

—¡Yo juego! —Adele gritó a mis espaldas.

—Lo siento, nena, pero las retas... No son para las niñas.

—No soy una niña, idiota. Tengo quince años.

Me quedé callado.

—Es cierto, me equivoqué... ¡Eres una bebé!

Se acercó a ella y se la echó al hombro.

—¡LEO BAJAME!

—Hay, no seas aguafiestas, diviértete un poco...

—Leo, detente, las vas a lastimar...

—¡Hay por favor, estoy jugando!

Leo se tambaleó y sentí un escalofrío, un mal presentimiento.

—¡Ya detente, sueltala! —grité, con voz fuerte.

Leo se detuvo al instante, me miró, incrédulo por el repentino cambio de voz.

—Wey, relájate, no le estaba haciendo nada.

La bajó, Adele le golpeó el hombro y se fue hechando humos por la cabeza a la casa.

De verdad, detestaba a Leo y su comportamiento enfermizo.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora