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Margaret

Mi mamá apenas me hablaba.

—Corta bien las rosas, Magge, esta es más grande que está otra.

—Magge.

Parpadee y elevé la cabeza.

—¿Eh?

Mamá negó con la cabeza y no dijo nada.

Odiaba los martes, odiaba la semana entera.

Con respecto al otro día que había llegado de la florería luego de haberme escapado de la escuela, mi mamá no me regañó ni tampoco me sermoneo. Es decir, la había decepcionado tanto que ya no había nada más que decirme.

Pero de algo estaba segura, es que yo la amaba. Le tenía tanta confianza que podría decirle todas las cosas que hice en el día contando incluso las partes donde salía yo haciendo "travesuras". No podía enojarme con ella, no podía pensar en abandonarla.

No me gustaba decepcionarla. Pero en el fondo era todo lo que quería. En algunas ocasiones, quería que sintiera lo que yo sentía cuando se enojaba conmigo o cuando me regañaba. En otras, me sentía tan culpable de todo que acababa llorandole en las madrugadas mientras pedía perdón y la abrazaba.

Entonces me preguntaba, ¿por era así?

—Mamá.

No respondió. La miré un momento más antes de volver a llamarla.

—Má.

—¿Qué necesitas, Margaret?

Cuando nuestras miradas conectaron, negué con la cabeza y sellé mis labios.

Y me quedé callada.

No era novedad.

CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora