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Margaret

—¡Piedra, papel, o tijera! —dijimos, al unísono.

Para nuestra mala suerte, sacamos piedra los dos.

—¡Ay, ya! ¡Saca una maldita tijera!

—¡Y tú deja de poner puño!

Ambos pusimos los ojos en blanco, llevábamos como diez minutos empatados.

—¡Piedra, papel o tijera!

—Agh, maneja tú. —Soltó, molesto, al saber que perdía—. No quería manejar de todos modos.

Asentí con la cabeza, de hecho. Ni siquiera quería pelear, me sentía tan mal que no quería venir a la escuela. Pero mi mamá me obligó a venir, así que aquí estaba, de pie, junto a la persona que más odiaba.

A punto de escaparnos de la escuela.

Eso sonaba más emocionante de lo que creía.

Además, por una vez mi vida, quería que mamá se sintiera culpable por haberme criado mal. Por una vez, quise olvidarme de todo.

Me subí a la moto y Regan me siguió. Se sujetó por la parte de atrás para no caerse, metí la llave para encenderla y... Nada. La moto no encendió.

—¿Qué? No, no, no...

Regan se pegó a mí, apoyó la cabeza en mi hombro y metió ambos brazos a mi cintura. Y, mientras, yo sostenía la moto con todas mis fuerzas para no caernos.

Él intentó tres veces encenderla, pero no funcionó su mágica mano. Soltó una maldición y se apartó, por fin pude respirar con normalidad.

Tres minutos después nos encontrábamos sentados en la banqueta mirando no un punto en específico.

—Pinche Ignacio, es un pendejo sin gracia.

—¿No te dijo algo de como se encendia o que?

—Si, seguramente va a arrancar de las llantas. Que lista eres Margaret.

—Oye, ¿qué culpa tengo yo de que esa chatarra no sirva?

—¿Quieres hablar de culpa? Me arruinó la felicidad que tenía, ahora estoy molesto y quiero volver a la escuela para partirle su...

—Hay, ya, deja de estar quejándote como pendejo y poniendo excusas para tener problemas —me puse de pie con tal de irme.

—¿A dónde vas? ¡No me dejes con la palabra en la boca!

—¿A dónde más iré? No necesitas una moto para ir a dónde sea que ibas a ir Regan. Deja de complicarte la vida, lo único que haces es poner excusa tras excusas para no hacer algo que no quieres. ¿Sabes quién más está molesta? ¡Yo! Estoy molesta, estoy molesta desde antes de nacer y se han encargado de decírmelo toda mi vida. Deberíamos dejarnos de tonterías y solo... ¡Vivir!

Alcé las manos y las dejé caer sobre mí cuerpo como un gesto de enfado.

Regan me detalló, sentando en la banqueta a una distancia prudente.

—Hay que vivir el momento antes de que sea muy tarde.

—Hay que vivir el momento antes de que sea muy tarde

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CUANDO TE AMÉ EN OTOÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora