¡Santo Dios! He visto esos ojos en mi pesadilla
El color abandona mi cara cuando alguien sale de las sombras y desde su altura me mira con el ceño fruncido.
—¡¿Por qué hacéis tanto ruido?! —me regaña con el enojo marcado en su expresión posicionándose al otro lado de la mesa.
Bueno, para ser sincera el miedo me había hecho ver que se trataba de alguien espeluznante y gigante que fácilmente podría matarme ahí mismo, pero viéndolo bien no es más que un joven con unos diez o quince centímetros más alto que yo. Pero aun así su ira no deja de asustarme.
—Y-yo... —tartamudeo ante su tono embravecido. —Solo quería...
—¡¿Solo quería qué?! —su mirada es como una daga afilada.
—Solo estaba de paso. —digo finalmente con una gran sonrisa dejando ver todos mis dientes de manera inocente.
—¿A qué habéis venido? —baja el tono de su voz, pero sigue viéndose enojado.
—Ya se lo dije. Estoy de paso. —me encojo de hombros.
—No le creo nada. —escupe —De todas formas, no deberéis estar aquí, así que vete y no moleste. —se cruza de brazos desafiante.
—Pero qué grosero. Ser amable no le hará daño. —lo regaño también.
—Eso a mí no me interesa y es mejor que regrese por donde vino si no quiere que yo mismo la saque de aquí. Está invadiendo mi espacio.
Pero qué hombre tan maleducado. ¿Acaso nunca le han enseñado a respetar? Es detestable. Vengo aquí en busca del brujo y me encuentro con este grosero.
—Atrévase a sacarme y ya verá de lo que soy capaz. —le lanzo irritada —A demás usted también está invadiendo un espacio que no es suyo. Ahora mismo me va a decir quién es. —demando con el ceño fruncido.
—¿Qué quién soy? ¿Estáis ciega o qué? —me observa como si fuese un insecto. —Yo soy el brujo de este palacio... —levanta los brazos a los laterales en el aire mientras mira hacia varias direcciones. —Y estáis invadiendo mi torre, así que largo. —me señala echándome de nuevo de su preciado lugar.
Abro mucho los ojos sin creer lo que me está diciendo.
¿Este joven es el brujo? Eso no puede ser cierto. Es un gruñón insoportable.
—¿El brujo? —pregunto con el ceño nuevamente fruncido. —Creí que era un viejo de ciento cincuenta años con arrugas en la cara.
—Pero, ¿qué estáis diciendo muchacha insensata? —aprieta los dientes con irritación. —Entra a mi torre sin mi permiso, interrumpe mi siesta, ¿y ahora tiene el descaro de llamarme anciano? ¿Quién se cree? —se enoja por esa tontería y continúa alegando. —Por si no lo ve soy tan joven y hermoso como los mismos ángeles.
<<¡De acuerdo, de acuerdo! No es un anciano, pero es igual de quisquilloso>>
—No es para tanto. —hago ese gesto con la mano como si fuese algo estúpido alborotarse por algo como eso. —Cuando escuché hablar de un tal brujo realmente pensé que se trataría de alguien con tantos años como para inspirar sabiduría, conocimientos, alguien con canas, con barba larga y...
—¿Y que vuela en una escoba o qué? —refunfuña interrumpiéndome. Ahora tiene una ceja levantada.
—Mmmm... ¿sí? —dudo en la respuesta.
—¡Pues no, niña! Solo las brujas vuelan en esas cosas.
—¿Y hay alguna diferencia?
—La gente ignorante como usted siempre dicen que somos la misma cosa, pero no es así. Y dudo mucho que una cabeza hueca como la suya lo pueda entender.
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UN TOQUE DE FELICIDAD
ФэнтезиDescubrid ahora la magia que os brinda el mundo, los misterios que posee y lo dispuesto/a que estáis por descubrirlos todos. Los secretos escondidos en estas páginas son un pase para aventuraros a un mundo lleno de fantasía y un poco de detonación i...