CAPITULO LXXI

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Un destino agonizante

Vale, no sé si ya perdí la razón o la debilidad y deshidratación en mi cuerpo me está haciendo ver ilusiones. No comprendo lo que está pasando, pues otra igual aparece en el campo de batalla. Es tanta la confusión que hasta algunos soldados detienen sus peleas notando lo que pasa. Por lo menos son muy pocas las brujas que quedan, así que no corren mayor riesgo si se descuidan.

Mientras tanto, yo estoy perpleja alternando la mirada entre ambas.

Frente a mí hay dos Makennas. Una con aura de maldad y la otra literalmente tiene la maldad. Estoy absorta y Tarren está tanto confundido como desconcertado.

<<Son dos>>

—M-makenna. —tartamudeo con muchísima estupefacción posando la vista en la una a la otra.

—Yo soy Ainara, no Makenna. —responde la que me quería matar. La otra se queda en silencio y de pronto suaviza la mirada al dirigirla a mí. Una mirada llena de aflicción, de vergüenza.

Frunzo las cejas observándola de arriba abajo. El corazón se me aprieta al examinarla. <<¿De verdad es ella?>> Sí, puede ser. Esa mirada que, aunque se ve diferente percibo esa calidez que solía brindar. En la otra no detecto lo mismo. Entonces, al darme cuenta de eso contemplo a la verdadera Makenna abrumada. Pero, ¿cómo? ¿Por qué se ve así? O mejor dicho, ¿cómo pudo llegar a verse así si la única manera es dejar que el mal nos consuma?

Pero bueno, allí está ella mirándome apesadumbrada, dolida y tal vez avergonzada de que la vea así, podría decir que es la misma, pero no, su apariencia es muy distinta, un tanto escalofriante.

Se ve mal puesto que varios ramales negros se bifurcan por una parte de su cuerpo como los hilos de un rayo o como las raíces de un árbol o como las fisuras en una pared. Su rostro, que solía ser limpio con la piel impecable como la porcelana, ahora está deteriorada, mucho más pálida. Esta vez su cara está agrietada con las mismas venas oscuras recorriéndola, similar a como una taza cuando se resquebraja. También sus ojos son siniestros, tanto su iris como su pupila están negros, ya no son marrones, y por si fuese poco esas mismas ramificaciones, aunque más delgadas recorren parte de su esclerótica (la zona blanca)

Si continúa así en pocos días esa oscuridad se extenderá hasta cubrir por completo sus ojos.

Así como su piel, sus labios también están secos y agrietados.

Si ella es aquella muchacha con la que pasaba tiempo en el palacio, entonces no sé qué decir. Ella no es la misma, al menos no físicamente.

—Makenna... —pronuncio su nombre algo perturbada y entristecida al mismo tiempo. Puede que su apariencia sea diferente, pero su mirada no, aunque me esté observando apesadumbrada.

—Ella no es Makenna. —contesta la otra —Es Naiara.

Frunzo el ceño.

—¿Qué?

—¿No estáis enterada? —canturrea —Supongo que aún no le has contado, ¿cierto? —mira a Makenna.

—No, por favor. —le dice ella en un tono bajo y suplicante mientras niega con la cabeza.

—¿Pero por qué no? Ya debería saberlo. ¿No queréis que sepa tu pequeño secretito? —se lo pregunta con un atisbo de burla. —Pero qué desgracia para ti querida, porque yo misma se lo voy a decir. —Makenna sigue negando. Contrae el rostro con algo de temor al tiempo que arquea las cejas.

—¿Decir qué? —pregunto —Lo que sea que tenga qué decir, dilo. —exijo.

—No lo...

Iba a decir Makenna, pero la otra la interrumpe inmediatamente soltándolo.

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⏰ Última actualización: Nov 14 ⏰

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