CAPITULO LXVIII

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Hay algo en el pasado que él no quiere que sepa

SAHORY

Esta vez la matanza es más fuerte que la anterior. Muchos cuerpos yacen sin vida por todas partes. Tanto monstruos como soldados están muertos unos sobre otros.

La batalla ha cesado. Logramos acabar con todas las criaturas; un testimonio del valor y habilidad de todos.

La mayoría de los guerreros Templeit han muerto, han fallecido la mitad de los Calehad y unos pocos de los Sunlivey.

Se me hace un nudo en la garganta ver a los que por meses formaron parte de mí. Y ahora ya no están.

El silencio es casi palpable, roto solo por el sonido de la respiración agitada de los sobrevivientes.

Tarren se encuentra de pie observando todo con la mirada perdida. Makai y muchos otros se encuentran exhaustos respirando con dificultad. Los brujos están igual. A Priscila la noto inquieta, mira hacia el cielo constantemente. En algún momento se puso nuevamente el sombrero, porque su cabello cenizo ya no se ve a la vista. La hechicera está más que agotada y yo estoy sin aliento.

En cuanto a los voluntariados, pues solo cinco están con vida.

—Los derrotamos. —exclama Gastón con una sonrisa, entusiasmado. Y otro se muestra más animado.

—Siii. Siii —espeta uno de los voluntarios con la misma emoción.

La reacción y el resultado de que nos hemos llevado la victoria se ve palpada en sus rostros. Algunos comienzan a celebrar elevando el coro de:

"¡Hemos ganado!"

"¡Los hemos vencido!"

Al tiempo que alzan sus armas empuñándolas en el aire con regocijo.

Hasta yo me alegro por eso. Finalmente han sido destruidos. Ya no hay peligro.

Solo que... la alerta y la angustia aún se ven reflejadas en la cara de Aria. Sí, eso es lo que veo en su rostro. La hechicera tiene las cejas arqueadas mientras observa los extremos que dan al bosque, como si aún faltase algo o como si aún estuviésemos en riesgo, como si aún no fuese seguro.

Ella presiente algo. Tengo la certeza de que es así.

Tengo la intención de dirigirme hacia ella para preguntárselo, pero en eso llega Tarren a mi lado.

Su imponente altura supera el doble la mía mientras me atraviesa con sus penetrantes ojos negros. Su mirada llega a mí de manera preocupada, cálida. Tiene el cabello revuelto, húmedo por el sudor. Los mechones ondulados y rebeldes se adhieren a su frente como gruesos hilos color carbón, igual a como cuando recién se levanta en las mañanas, solo que está mojado.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora