CAPITULO XVIII

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Manos a la obra

Siento un suave roce en mi cabello y abro los ojos despacio. No sé qué hora es ni en qué momento me quedé dormida.

—Tu cabello es tan hermoso. —susurran en mi oído y apenas me doy cuenta que amaneció. Tarren está tocando uno de mis mechones mientras seguimos acostados.

Al momento de abrir los ojos me contempla con dulzura, y veo amanecer en su rostro una sonrisa atractiva.

—Casi no me gusta. —le digo adormilada mientras me estiro. —Siempre se enreda y es difícil de peinar.

—Es una pena, porque a mí me encanta. Es lindo ver cómo las ondas caen por tus hombros rozando tu piel.

—Me complace saber que te gusta. —digo frotándome los ojos.

—Quédate en la cama y descansa. —dice de pronto poniéndose de pie. —Igual la lluvia no te permitirá salir.

<<¿Qué? ¿Está lloviendo otra vez?>> Miro hacia el ventanal.

—Pero tú vas a salir. —digo de golpe para evitar que se vaya. —Tampoco deberías por la lluvia.

—Yo estaré bien y además... —hace una pausa frotándose la nuca al mirarme con picardía. —Tu cuerpo está débil y adolorido.

Comienza a ponerse una camisa, unos pantalones y los guantes de su armadura.

—Nos vemos en la cena, mi pequeña dama. —se acerca a darme un beso y luego sale de la alcoba.

Pasan horas y Makenna llega.

—¿Cómo quiere que la peine hoy, señora? —me pregunta mirando mi reflejo en el espejo del tocador mientras estoy sentada. —¿Le hago otra vez la trenza?

<< Es lindo ver cómo las ondas caen por tus hombros rozando tu piel>>

Recuerdo las palabras de Tarren y se me calienta el corazón.

—Hoy recógelo en una coleta, por favor.

—Bien. —sonríe —¿Hoy se quedará todo el día en la habitación, mi lady? Afuera está lloviendo mucho.

—Lo sé, pero no me encerraré aquí. —respondo. Tarren me dijo que descansara, pero no creo poder hacerlo más. —Llama a Arnold, voy a estar en la biblioteca.

—Como usted diga, mi señora.

Al cabo de unos minutos ya me encuentro allí, como aún estoy sola me dispongo abrir las cortinas de los ventanales y hecho un vistazo a algunos libros. No había venido aquí desde que Arnold me enseñó este lugar y verlo de nuevo es como verlo la primera vez. Es tan espacioso que estoy segura que se convertirá en mi nuevo lugar favorito. Los estantes están por las paredes y otros más pequeños abarcan parte de la sala formando filas. Es muy bonito aquí.

Abro un libro que tomo de uno de los estantes de la pared y me doy cuenta que es de historia. Se trata sobre la época de Frexir, una época muy antigua donde un rey gobernaba las islas del oeste y era una persona despiadada. Muchos alegan que era el mejor soberano de toda la historia, pero para otros era el peor. Obligaba a sus súbditos a arriesgar sus vidas por él yendo a combatir con los peligros que asechaban en el bosque, y enviaba a sus soldados a las misiones más arriesgada por él. Las personas que decían que era un buen rey, era porque lo sobornaban a cambio de protección.

Fue una época horrorosa e injusta.

Hecho un vistazo a otros libros y veo que muchos de ellos son más caros que las mismas monedas de oro.

—Señora, vine como pidió. —Arnold anuncia su presencia haciendo una reverencia al entrar a la biblioteca.

—Sí, gracias. Necesitamos organizar todo para la remodelación del palacio. —digo.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora