CAPITULO XXIV

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El silencio de Bony

MAKENNA

—La señora es muy bonita, ¿cierto? —comenta Emily —Y también ha sido muy buena con nosotras.

—Claro que sí. —respondo sonriente.

Todas estamos en la cocina preparando la cena.

—El castillo quedará hermoso después de que terminen con la decoración. Ha estado hasta altas horas de la noche en la sala de recepción armando el presupuesto. —dice Josefa.

—Hace días ella estaba enferma, por eso Arnold estaba preocupado de que se sobre exigiera y se ofreció a supervisar todo.

—Hizo bien, porque una jovencita tan delicada como ella no puede esforzarse demasiado o se volverá a enfermar. —habla Matilda.

—Sí, pero debo admitir que cuando supe que el señor se iba a casar casi renuncio pensando que se casaría con una mujer regañona a la que le gusta castigar a todo el mundo. —Flor comparte sus pensamientos.

—Es cierto, y cuando llegó yo estaba tan asustada que no podía ni respirar. —opina Francisca.

—Yo casi me desmayo cuando el señor la llevó al interior del palacio tomándola de la cintura. Se veía tan apuesto y romántico. —Isela tuerce los ojos deleitándose con el recuerdo.

—Es verdad. He notado que es completamente diferente cuando está con la señora. —comento sintiéndome feliz por ellos dos.

—Ahora que lo menciona yo nunca había visto que el señor se riese de esa forma o tratara con delicadeza a alguien.

Todas asienten y nos quedamos en silencio por un momento. La única que no ha dicho ni una palabra es Bony. Está tan callada como un oso cuando está hibernando.

—Oye Bony, ¿te sientes mal? —le pregunto y todas la observan. Inmediatamente se pone de todos los colores. No le gusta ser el centro de atención.

—No habéis dicho una sola palabra desde que comenzamos a hablar de los señores. —recalca Josefa.

—Y-yo estoy escuchando. —se pone nerviosa.

—Dinos, ¿qué opinas de ellos? —le pregunta Emily —¿Verdad que hacen bonita pareja? —suspira.

Bony no dice nada. Tiene los ojos tan abiertos y el pecho tan presionado como si se fuese a desmayar o como si estuviese traumada. ¿Pero de qué? ¿O por qué?

—Si no lo queréis decir, no lo digáis. —la miro comprensivamente —No estáis en la obligación de hablaros.

Suelta el aire que tenía contenido y continúa picando la zanahoria.

—¿Entonces el rumor de que iba a desposar a la hechicera que los acompañó a la guerra era falso? —Mara sigue con el chisme.

—Por supuesto, si el rumor hubiese sido cierto no habría traído a una noble para empezar. —responde Jacinta.

—Makenna. —me llama Sophie —¿No queréis preguntarle a la señora sobre eso? Seguro el señor le ha contado sobre la hechicera y así podría saber por qué no la desposó a ella.

—¡Claro que no! —me niego horrorizada.

—¿Eres estúpida o qué? —la reprende Isela —¿Cómo se te ocurre pedirle semejante disparate? Es obvio que el señor no quiso a la peli rubia esa sino a la señora Sahory. Por algo se casó con ella ¿no?

Sophie se encoge de hombros regañada.

—Es mejor no preguntarle. Si se atreve a hacerle tal pregunta será expulsada del castillo inmediatamente. —argumenta Conny.

—Estoy de acuerdo. —apoya Jacinta —Demos gracias que la señora es buena gente.

—¡¿Qué hacen todas holgazaneando?! —Bruno entra a la cocina y nos ve sentadas ocupando por completo la mesa. Es un hombre mayor, pero está en buena forma y es muy fuerte. Es el cocinero principal. —¡Pilar se te está quemando la sopa, Ángela no dejes esas papas tan delgadas, Emily saca el pan del horno, está echando humo! —comienza a dar órdenes y algunas refunfuñan. —¡Si seguéis chismoseando se les quemarán todo y no me haré responsable del castigo que les impongan! —nos regaña señalando a cada una con la cuchara de madera.

—Pero, ¿a quién no le gusta el chisme? —Maryu se encoge de hombros.

—A mí. —le responde Bruno secamente.

—Querido Brunito... —le canturrea en un tono dulzón mientras se acerca a él pasando su brazo alrededor de su grueso cuello. —Todas las personas en este mundo somos chismosas. Y por si no lo sabéis a veces los rumores llegan a nosotras sin siquiera ir a buscarlos. Eso a su vez nos hace las reinas del cotilleo.

Todas nos echamos a reír.

—El único chisme que sé es que la comida de aquí es mil veces mejor que la del castillo Guiscard. —comenta él apartando el brazo de Maryu.

—No digáis eso, estamos en medio del campo ¿Cómo puede ser nuestra comida mejor que la de la Marquesa?

—Porque veo los ojos de la señora brillar cada vez que se sienta a comer. De eso estoy seguro.

—Ah sí, Arnold dijo que también le gustan los refrescos. —menciono.

—¿Ya lo ven? —espeta Bruno con una sonrisa de lado a lado. —Si la señora ama estar aquí es gracias a nuestra cocina. A mis platillos especiales. —exclama con honor y con mucho orgullo.

—Cómo quisiera ser yo también de la nobleza. —suspira Ángela —Estaría todo el día relajada y mirándome al espejo.

—Y yo me iría de compras todas las tardes.

—Yo estaría en las fiestas más elegantes de los reinos.

—No digan babosadas, ninguna tiene la capacidad de mantener un hogar siquiera. —las regaña Josefa.

—¡Suficiente habladuría! —Bruno aplaude a modo de orden para que espabilemos. —Dejen de perder el tiempo y manos a la obra. Tenemos que tener todo listo en un rato. ¡Vamos! ¡Vamos! ¡De prisa! —nos apura y todas pegamos el vuelo a preparar todo.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora