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—¿Has estado esperando esto todo el día? —Sus labios rozaron tu barbilla, su cálido aliento te alarmó, te excitó. Giraste la cabeza hacia un lado y cerraste los ojos, concentrándote en las manos de Kuroo subiendo por debajo de tu camisa, con su cabello haciéndote cosquillas en el cuello mientras te olía—.¿Siempre hueles demasiado bien? —reíste—. Porque me encanta. Me encanta cómo hueles... —sus dedos ya caminaban hacia tu cintura, atrapándola mientras la alcanzaba—.Qué suave eres... —Retuvo el aliento antes de desabrochar el último botón de tu camisa para regalarte un camino de besos desde tu cuello hasta tu vientre, justo donde tus caderas se levantaron instintivamente ante el placer de su boca acercándose a tu entrada, arrastrando su labio inferior justo por encima de ella—. Y qué bien sabes...
Fue lento, pero placentero. Gracias al encaje de tu tanga, sentiste su boca ahí mismo, pero no de la misma manera que si estuvieras expuesta. Kuroo apartó tu tanga lentamente, admirando cómo la tela movía tus labios mientras la apartaba. Y antes de deleitarte, te observó retorciéndose debajo de él, esperando con ansias que comenzara, esperando su boca. Mientras tanto, solo podías controlar tu deseo tocando tus pechos, tanteándolos ante la imagen en tu mente de las manos de Kuroo tocándote.
"Hazme tuyo por favor, hazlo" dijiste totalmente perdida.
—No me digas que tienes prisa ahora... —Kuroo cogió tus piernas y las colocó sobre sus hombros, acomodándote antes del festín. Miró el mueble a su derecha y recordó lo fácil que podía hacerte correrte si lo mirabas mientras te comía—. Quiero que mires... —No entendiste lo que quería decir hasta que lo miraste a través de ese espejo—.No quiero que te pierdas nada. —Tu respiración se desequilibró cuando viste la cabeza de Kuroo hundirse entre tus piernas, sus dedos aferrándose a tus muslos, su lengua plana deslizándose entre tus labios. —Hmmm... tu maldito sabor... ya lo puedo sentir— permaneciste frente al espejo, y aunque una de las mejores vistas era ver a Kuroo manipularte como le daba la gana, manteniendo contacto visual contigo y levantando tu trasero de vez en cuando para lamerte mejor, optaste por presenciar su imagen desde el espejo, la imagen de su cabeza subiendo y bajando, y sus manos apretando tus muslos mientras gruñía porque sabías que cada vez que hacía eso, era porque te estaba probando de nuevo.
"Cariño, ¿necesitas tus dedos?", le preguntaste . Su lengua trabajaba de maravilla, pero sus dedos eran absolutamente increíbles.
"Tus deseos son órdenes, linda" primero lento, torturándote hasta que casi te viste al borde, donde todo se volvió descuidado, con su boca entre tus piernas, lamiendo y chupando desordenadamente, gruñendo mientras tú simplemente no podías dejar de gemir fuerte, con tus dedos enredados en su cuero cabelludo, presionándolo contra tu coño mientras te corres, sin dejarle escapatoria.
Él tampoco lo necesitaba, ya se había corrido en el momento en que sus dedos empezaron a trabajar.
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