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Ser la directora del club de voleibol de Shiratorizawa incluía muchas cosas: hacer recados para el sofá, encontrar pelotas perdidas en el patio de la escuela, llamar por la mañana a algunos jugadores si se olvidaban de las prácticas matutinas; en otras palabras, mucho, mucho trabajo. Pero tenía su lado bueno. Porque ser el director del club de voleibol de Shiratorizawa también incluía conversaciones profundas con Wakatoshi-senpai antes de los partidos, enfadar a Shirabu-san cuando fallabas sus remates a pesar de que TÚ eras el que le había pedido que se quedara después de la práctica para poder jugar un poco, y, por todos los medios, intentar evitar que Tendo molestara a... básicamente, a todos los que te rodeaban.
***
El sol se asomaba por la ventana mientras Satori fingía no mirarte. Después de tres meses desde que empezó el año escolar y desde que su entrenador supergruñón te presentó como "director, no distracción", se ha enamorado de ti más de lo que pensaba. Y de repente, de alguna manera, estaba en todas partes donde tú estabas. Aprendió cuáles eran tus bebidas y bocadillos favoritos, así que, si hacía calor, pronto podía darte [tu bebida favorita] como "algo refrescante para nuestro lindo director" (sí, luego recibe un golpe con la pelota desde el sofá, pero las chispas en tus ojos valen la pena). Satori no es un Satori normal cuando se trata de ti.
- ¡Una más, Shirabu-san! ¿Por favor? - preguntaste mientras el armador ponía los ojos en blanco. No es que no le agradaras, le agradabas mucho, eras su amigo. Simplemente era molesto lanzarle la pelota a alguien cuyos conocimientos de voleibol se limitaban a cómo sacar.
- Ese es el último. Ni siquiera puedes hacerlo bien. - Shirabu agarró la pelota que acababas de pasarle y la puso en el suelo. - Ven aquí, déjame mostrarte los pasos al menos. Dios, nos ves jugar todos los días, podrías haberte puesto al día con algo.
- No te veo jugar, trabajo como gerente, lo que significa que hago algunas tareas fuera del gimnasio - respondiste pero escuchaste las instrucciones de Shirabu.
Satori se apoyó en el marco de la puerta del trastero y miró. Daría tanto por estar en el lugar del armador. Dejaría todo por ser el que te hace sonreír así. Con las comisuras de los labios ligeramente levantadas, estás feliz pero también concentrado en la tarea.
Intentaste hacer los pasos que te acababa de mostrar tu amigo cuando de repente tropezaste con uno de los cordones desatados de tus zapatos. Podrías haber besado el suelo si no fuera por Shibaru, que rápidamente te agarró por la cintura y te levantó.
- Idiota. - Se arrodilló frente a ti y te ató los zapatos, lo que te hizo sonrojar un poco. - La próxima vez, al menos, comprueba si realmente estás listo para jugar. Me refiero a los zapatos y todo eso.
- No me llames idiota, Shirabu-san.
- Como sea. Lo dejo así. Te veo mañana, pequeña. - Te revolvió el pelo y se dirigió a la puerta.
