Era un día completamente normal. Me levanté temprano, como siempre, para ir a la universidad. Las clases se sucedían una tras otra, y aunque el ritmo de los profesores era intenso, ya me había acostumbrado. La distancia con México seguía siendo como un recordatorio constante de que esta vida, por muy cómoda que fuera, era temporal.
Después de una larga jornada de clases, Clara y yo nos sentamos en la pequeña cafetería cerca del campus. Pedimos un par de cafés, y mientras ella revisaba sus apuntes para la próxima clase, yo decidí distraerme un poco y entrar a Instagram.
Deslizaba el dedo por la pantalla sin prestar demasiada atención, hasta que algo me detuvo en seco. Una foto, una imagen que no esperaba ver.
Nailea, la ex de Israel, pero no fue eso lo que me llamó la atención, sino lo que llevaba puesto. Reconocí inmediatamente la sudadera. Esa sudadera que Israel solía usar después de los entrenamientos. Esa misma sudadera que, en más de una ocasión, había usado yo.
Sentí un nudo en el estómago. ¿Por qué Nailea tenía puesta esa sudadera? ¿Acaso habían vuelto a estar en contacto? La imagen me golpeó más de lo que me gustaría admitir. Mi mente comenzó a correr a mil por hora, imaginando escenarios que no podía controlar.
TN: Clara...
Clara: ¿Es esa la sudadera de Israel?
Clara frunció el ceño, buscando las palabras adecuadas.
Clara: No saques conclusiones apresuradas, ___, puede ser cualquier cosa.
Pero no podía dejar de pensar en todas las veces que Israel me había asegurado que las cosas con Nailea habían terminado. Sabía que ella había tratado de volver con él, pero ahora... esto me hacía dudar. ¿Había pasado algo entre ellos después de todo? Tal vez estaba siendo paranoica, pero esa imagen estaba ahí, frente a mis ojos, y era difícil ignorarla.
TN: No lo sé, Clara. Tal vez soy yo, pero... verlo así me hace sentir que algo está pasando, que no me contó.
Clara: Tienes que hablar con él, no te quedes con la duda. No tiene sentido torturarte si ni siquiera sabes la historia completa.
Sabía que Clara tenía razón. No podía quedarme ahí, mirando la foto y dejando que mi mente imaginara lo peor. Israel y yo habíamos hablado tanto de ser honestos el uno con el otro, de no dejar que la distancia se interpusiera. Pero ahora, todo ese acuerdo parecía tambalearse frente a una simple imagen.
Guardé mi celular en el bolso, decidida a no precipitarme. Pero, aun así, el malestar permanecía. Necesitaba respuestas, necesitaba saber si realmente podía confiar en lo que habíamos prometido.
El resto del día pasó en una especie de neblina. Intenté concentrarme en las clases, en mis tareas, pero no podía quitarme esa foto de la cabeza. Me repetía a mí misma que debía confiar en Israel, que las cosas no podían haber cambiado. Sin embargo, algo dentro de mí seguía dudando, como una pequeña espina que se clavaba más profundamente con cada pensamiento.