Cap 78

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Narra Israel: Era miércoles, y me había levantado más temprano de lo normal para poder hacer mi rutina con calma. Sabía que, con el ajetreo de los entrenamientos, estos pequeños momentos de tranquilidad eran raros. Sin embargo, hoy, aunque todo parecía estar en orden, no podía quitarme una sensación extraña del pecho. Algo no estaba bien.

Desde ayer al mediodía, ___ había dejado de responder mis mensajes, y eso me tenía inquieto. Intenté no darle demasiadas vueltas, pensando que quizá estaba en alguna clase importante o que simplemente necesitaba un poco de espacio. Pero, a medida que pasaban las horas, la preocupación crecía.

Mientras me preparaba el desayuno, esa preocupación me seguía como una sombra, y mis ojos volvían una y otra vez al teléfono, esperando que vibrara con algún mensaje de ella. De repente, alguien tocó la puerta. Lo primero que pensé fue que podría ser un vecino. Quizá alguno necesitaba algo o había dejado un paquete. Con calma, me acerqué y abrí la puerta.

Pero lo que vi al otro lado me dejó completamente sin palabras. Por un instante, no supe si estaba soñando. Mi mente intentaba procesar lo que mis ojos veían. ___, la persona que había estado a miles de kilómetros, de repente estaba de pie en mi puerta, en México, mirándome con una mezcla de tristeza y cansancio. Era imposible. ¿Cómo? ¿Por qué?

Israel: ___... ¿qué haces aquí?

Ella no dijo nada al principio. Sus ojos se encontraron con los míos, y de inmediato supe que algo no andaba bien. No tenía esa expresión ligera que solía tener, había algo más oscuro, algo que no me había contado. Mi corazón empezó a latir más rápido, y sin darme cuenta, di un paso hacia ella, acercándome con una mezcla de preocupación y desconcierto. No sabía si debía abrazarla, preguntarle qué había pasado o simplemente esperar a que hablara.

TN: No podía quedarme más tiempo allá.

Mis pensamientos se aceleraron. ¿Había vuelto por algo relacionado con Trigos? ¿Había pasado algo con Richard? ¿Por qué no me lo había contado antes?

Israel: ¿Estás bien?

Ella asintió, pero su rostro me decía lo contrario. Sabía que me estaba ocultando algo, y aunque una parte de mí quería presionarla para que me lo contara todo en ese instante, otra parte entendía que lo que fuera que había sucedido, había sido lo suficientemente grande como para hacerla volver a México de repente, sin avisar.

Sin pensarlo, extendí los brazos y la rodeé en un abrazo, apretándola con fuerza contra mí. Sentí cómo su cuerpo, inicialmente tenso, se relajaba poco a poco en el mío. Me quedé así unos segundos, sin decir nada, solo queriendo que supiera que estaba ahí para ella.

Israel: Podemos hablar cuando estés lista.

Ella no respondió, pero el hecho de que no se apartara de mí me hizo pensar que necesitaba ese momento tanto como yo. Mientras la mantenía en mis brazos, las preguntas seguían dando vueltas en mi cabeza. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Qué fue lo que realmente la hizo volver?. Lo importante era que estaba aquí, que había vuelto a casa. Nos quedamos ahí, en la puerta de mi casa, en silencio, mientras el mundo seguía girando a nuestro alrededor.

Pero te conocí. -Israel Reyes y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora