Mangel
Bajo la cabeza y cierro mis ojos levemente, estábamos parados frente a la puerta; mi madre nos observa desde la puerta de la cocina y puedo escuchar como las gotas, de lluvia, van cesando. Lleva mi ropa puesta y tiene una, gran, sonrisa.
En su mano sostiene un paraguas, y en la otra mi mano; sé que debería sentirme nervioso pero, no lo estoy. Es decir, su mano sostiene la mía y eso no me produce ningún sentimiento, no siento "mariposas" ni "la electricidad" de la que todos hablan.
Es más, siento como si un amigo tomara mi mano para ayudarme a cruzar la calle pero, en sí, me he metido en un gran lío. Él cree que me gusta pero, mi corazón sigue sintiendo algo por Ruben.
— ¿Sigues ahí?- acaricia mi pómulo.
Me estremezco ante aquel gesto, y retrocedo unos pasos.
— Sí-digo frío.
— Vale- sonríe, y se acerca a mi rostro.
Sé lo que quiere lograr, y en un movimiento rápido giro mi rostro y sus labios chocan en mi pómulo.
— Adiós, George- empujo su cuerpo hacia afuera, y antes de que pudiera decir algo, cierro la puerta.
Mi madre suelta una risa al aire, sus ojos negros me observan con gracias y me cruzo de brazos. Esto no daba risa, es más, debería darle pena porque su hijo está tratando de amar a otra persona que no lo gusta.
— ¡No te rías!- exclamo cabreado y comienzo a caminar hacia las escaleras.
— Hijo..-comienza a hablar mamá- No es necesario que le correspondas a George, tu sabes bien que puedes decirle que no y no tener que aguantar los mimos o besos, que no quieres recibir- asiento.
— Lo sé mamá, pero quiero olvidarlo- murmuro.
— Si lo quieres hacer, hazlo de la manera correcta; no utilizando al pobre de tu amigo.- sonrío.
— Gracias- digo y subo las escaleras.
Cierro la puerta de mi cuarto, y camino hacia la ventana; tomo asiento junto a ese y apoyo mis brazos en los marcos, observo con detenimiento las gotas caer en esta y como algunas personas caminan debajo de la lluvia.
Y de lejos puedo ver a mi "amigo", en sí, no sé como llamarlo después del beso. Suelto un suspiro, de alivio, al verlo cruzar la calle. El cielo, no tan nublado, es hermoso y eso que detesto la lluvia.
Mi móvil vibra en mi bolsillo, lo tomo entre manos y sin ver el número, respondo como todo británico.
— ¡Hey! What's up?-.
— ¿H-Hola?-.
Mi corazón se detiene, no sé en que lugar me encuentro ni como sostener mi móvil. Cierro los ojos pensando que es una broma de mi subconsciente, y espero varios segundos para que la llamada termine.
— ¿M-Mangel?- su voz se escucha rota, como si hubiera llorado por horas.
Y le hago caso a mi corazón, con nerviosismo respondo su pregunta.
— Sí- murmuro.
Su respiración choca en la línea, y siento como si estuviera a mi lado, hablándome en el oído como antes.
— Te extraño..-.
Y no sé que responder, las palabras se quedan atoradas en mi garganta, aquella voz que no escucho hace semanas... todo es tan irreal.
— Rub-ben- tartamudeo.
— No es necesario.. que respondas- toma un respiro y solloza.
Camino hasta mi cama y me echo de forma fetal, coloco el móvil en altavoz y abrazo mis rodillas.
— Yo también te extraño- digo después de segundos.
— Te hecho de menos, Mangel..- su voz resuena en toda la pieza, y eso hace que las ganas de llorar se hagan presentes.
Seco las lágrimas y me quedo en sigilo, escuchando su respiración no tan calmada.
— Leí la carta-.
Dijo todo y a la vez nada. Era lo que quería escuchar y a la vez no.
— Joder..-mascullo- No quiero que pienses q..-me interrumpe.
— Adiós significa; Renunciar a algo o a alguien- suspira.
— ¿Qué quieres decir con es..-.
— Adiós, Miguel- la llamada finaliza.
Me quedo mirando el móvil, con algunas lágrimas cayendo de mis ojos. No entendía sus palabras y necesitaba un abrazo, y ya. Quería sentirme protegido, quería volver a sentirme amado y sin Él no sabía que rumbo tomar en mi vida.
Sé que es un chico rudo y malo pero, Yo lo conozco en el fondo, sé como es Ruben sé que es un chico frágil, como la porcelana. Si lo rompes, así pegues las piezas, dejarás una marca, una marca para toda la vida.
Tomo una almohada y la aviento hacia la pared del al frente, ahora mis lágrimas caen en cascadas y tengo ganar de mandar todo al demonio; doy un respiro y coloco mi cara entre mis rodillas.
Me sentía inútil, triste, roto, quebrado, humillado y muchos adjetivos más.
Las luces se van apagando de a poco a poco, un rayo había caído en los cables de la cuadra, y era lo que menos quería.
Estaba viviendo dos miedos:
1. A la oscuridad.
Y
2. Miedo a que Ruben, en verdad, me olvide.