Mangel
Sujeto con firmeza el móvil y suelto un suspiro, dejo caer mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos con fuerzas, las lágrimas caen sin cesar, tapo mis rostro con mis manos y comienzo a sollozar.
No sé cuanto pasé estático, pensando en lo que le había enviado, maldiciéndome por no haber pensado antes de escribir. Ahora lloraba desconsoladamente, todos a excepción mía, dormían plácidamente.
Con lágrimas miré por la ventana, el cielo muy azul y las nubes grises daban un toque dramático, como si el cielo estuviera de mi lado, prácticamente todo a mi lado se ve triste.
— ¿Todavía no logras dormir?- niego.
— No puedo-.
— ¿Sigues pensando en Él, verdad?- miro sus ojos azules, y asiento-.
— Quiero sacarlo de mi cabeza, quiero olvidarle.. Pero, no puedo Chad; mi mente no me deja-contesto en un murmuro.
— Y tampoco creo que lo consigas- bosteza- Sólo duerme un poco, llegas a tu nueva casa y le llamas, le explicas todo por teléfono, aunque no es una buena forma de solucionar las cosas, es tú única oportunidad de informarle el porqué de tu huída- palmea mi hombro sin energías.
— No creo que sea buena idea llamarlo, Chad- con el dorso de mi mano seco unas lágrimas- Le envié un mensaje, le dije el adiós definitivo-.
— Entonces..-se acomoda, quedando frente a frente- No sé que aconsejarte pero, tengo algo en mente- asiento, dando señal a que prosiga- Y espero que funcione.. al menos esta vez- murmura con una sonrisa triste.
Mis manos escriben en el suave papel, sujeto el bolígrafo con cuidado, como si fuera a romperse, y apoyo mi cabeza en una de mis manos.
—¡Mangel!- mi madre grita- ¡La cena ya está lista!- ruedo los ojos, y sigo con lo mío.
Miro algunas palabras que he escrito, y arrugo el papel —en sí, lo boto junto a los demás—. Quería que todo salga perfecto, que las palabras fluyan desde mi corazón y no de mi mente, que sienta que estoy sumamente arrepentido y que en alguna ocasión, si nos volvemos a ver, me perdone.
— ¿Hijo?- mi madre asoma la cabeza en mi nuevo cuarto- ¿Qué es lo que haces?- camina hasta Mí, tomo el nuevo papel y lo guardo en el cajón de mi escritorio.
—N-Nada- observo sus ojos negros- ¿Qué has hecho para cenar?- inquiero.
— Compré pizza y algo de rabioles- río.
Ella me sonríe y despeina mi cabello con ternura, me asombraba que no estuviera molesta por haber estropeado su matrimonio. La abrazo, no podría odiarla, era mi madre ella sacrificó todo al darme a luz.
— Te quiero, mamá- musito contra su pecho.
— Y Yo a Tí, Miguel- me separó.
Me encontraba en la mesa, jugando con la comida, observando el queso derretirse en mis dedos y como la salsa de albóndigas se escurría por el plato. Juego con el tenedor, y luego doy vueltas a la pizza.
Sus ojos verdes llegan a mi mente en menos de segundos, su cabello alborotarse con el aire y la manía de sobre-protegerme de cualquier persona. Aparto el plato de mi vista, y dirijo la mirada hacia la puerta —donde unas cuantas personas entran con cajas y más cajas— y decido al menos, dar una vuelta y despejar mi mente.
Me levanto de la mesa, y camino hacia la sala, donde mi madre se encuentra; toco su hombro un par de veces, Ella voltea y me observa.
— ¿Puedo salir?- pregunto, en sí miro el suelo.