En este bosque solitario donde nadie me acompaña, oigo aves y sus alas que abanican el silencio, pies descalzos por el suelo, me arrodillo y contemplo esta vasta inmensidad.
Aullidos que hacia ti, tu reina de las noches, tan alta hacia el norte sobre este suelo de agua, las nubes que se apartan ante tu sola presencia, mi vida te contempla como mi única dueña.
Olor de la madera, el fuego que cobija, las sombras que recitan historias de la vida, hermosa melodía que resuena a lo lejos, invocando a mis ancestros desde tiempos olvidados.
Al ritmo de sus cantos desde el suelo se levantan, la esencia de las plantas, las piedras y la tierra de este espacio que es mi hogar, y con mi lento levitar, me elevo hasta el cielo.
Despojado ya de mí, vuelo libre como el viento, de entre cantos ya me encuentro, viajando por las nubes, flotando sin peso, aquí uno más, uno más de este mundo.
Halcones que vuelan por encima del alba, mi sol que se oculta, la luz que se apaga, la blanca perlada diosa de sueños, que encanta y hechiza mi cuerpo y mi tiempo.
Por sobre mí, y más allá del cielo, veo la huida y el sin fin de pesadillas que se escapan de mi templo, las plumas de tus alas, por los hilos de tus dedos, porque ellos se entrelazan y protegen mi camino.
Y ahora aquí dormido, a tu refugio me entrego, para eterno ser al fin, entre brisas y el silencio, apartando pesadillas, justo debajo de ti, donde yo he de dormir, hasta que se acabe el tiempo...
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Laberintos
PoesíaCaminando entre las sombras de mis miedos y fracasos, es en tu regazo donde al fin yo me consigo.