Y me doy cuenta en tu partida que no soy bueno en despedidas, que duele tanto esta calma y los días y las noches que tu voz ya no acompaña.
Y es que no era tu ropa, tan brillante y glamorosa, ni la forma tan hermosa en que envolvías los regalos, sino cada trago amargo que conmigo tu pasaste, en las noches taciturnas de momentos tan nublados.
No era el erotismo, ni las noches de pasión, lo que desde aquel día hasta hoy nos mantuvieron atados, cada día y cada año contra guerras del destino, tú y yo las combatimos juntos siempre lado a lado.
Fue esa vez donde partimos de aquella fría ciudad, en busca de la libertad que tanto habíamos deseado.
Fue esa vez cuando nos vimos, y tocamos nuestras manos, con alegría y dicha por el hijo que ha llegado.
Fue aquella vez que estuvimos para otros cuando nadie más lo estaba, cuando afrontamos crisis que no pensamos superarlas.
Fue esa vez que llore a mi madre justo al frente de su tumba, y la vez que tú lo hiciste con tu padre; fue tu mano en mi hombro, aliviando mi dolor y mi voz calmando el tuyo.
No fue tu viejo y arrugado cuerpo lo que mantuvo viva la llama, y sé que no fue mi cansada y agotada mirada, ni mis débiles y frías manos, que ya no te acariciaban como lo hacían muchas lunas ya pasadas.
Pues ahora ves que siempre supe, que tú y yo fuimos uno, haciendo brillar de algún modo, la luz de nuestros ojos, el rio que mantuvo vivo el mar de nuestro amor, el latido eterno de nuestro noble corazón, aquel que se ha deshecho porque ya no estás aquí, pero prefiero que sea así, y no seas tú, la que sufra por no poder estar conmigo.
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Laberintos
PoetryCaminando entre las sombras de mis miedos y fracasos, es en tu regazo donde al fin yo me consigo.