Marionetas

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Otro día más y suena, el reloj despertador de tus gritos amargados, desde este mi aposento, mi pequeño y frágil cuerpo se prepara y se levanta, y mis botas desgastadas en el suelo, y mi ropa remendada, sucia y vieja, me recuerda mi lugar y mi trabajo.

Por debajo de este techo, junto a todos mis amigos, muchos de ellos no tienen tiempo, ni un segundo siquiera para verme a la cara, pues aquí solo hay un fin, ser la mano de obra de un frio maniquí.

Al ritmo de sus órdenes nos movemos obedientes, pues no hay nadie que comente, que nos cuide o nos oriente, que nos guie en buen camino, pues no importan los quejidos y lamentos, aquí en este lugar, nadie nota el sufrimiento.

Y yo hago tus juguetes, tu ropa y tu calzado, lo que tú has de vestir y algún día prescindir, así igual como yo, que soy tan solo un eslabón, de una cadena eterna, en estos hilos macabros.

Así transcurren mis días, envejeciendo en mi niñez, pues nadie nunca ve al fondo del abismo, ni lo que hay detrás de lo bello y aparente, y por eso, seguimos y seguiremos, ocultos a plena vista, siendo ignorados por esa dicha ajena, porque ya después de todo, tan solo somos, unas simples marionetas.

LaberintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora