Agonía

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Y desde la noche que me observa silente, degusta sonriente mi triste agonía, como remolino me arrastra sin cesar a mi sepulcro y eterna morada, atado así al olvido.

Delirio, confuso y sin rumbo, cercana lejanía con sutil fuerza me agota, agobia, cercena y ancla cada uno de mis sueños a esta tierra, que infértil y marchita, hace florecer, hasta el gran y oscuro cielo, el producto del engaño, inmortal con los años, el difunto y sombrío cabalgar del deseo.

Reino sin trono en el que los lamentos de la ira se ensañan, uñas de mi alma rasguñan y arañan los muros de los que reposan en agonía, rechinan sinfonías de los más crudos lamentos, pesares del transitar nocturno de pesadillas, que asechan y vigilan todos mis movimientos; mis logros y fracasos, mis defectos y talentos, mi vida que aún no acaba, que de hacerlo seguirían, más de noche que de día, en esta helada ironía, que domina y continua... gobernando en este invierno.





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