PREFACIO
Me encuentro sentada en la orilla del mar, sobre la arena. Llevo puesto un vestido naranja, como el de una puesta de sol, que me llega por encima de las rodillas. Siento que debo recordar que significa ese color, pero no hay nada en mi mente, ni siquiera sé cómo llegué aquí, al Distrito Cuatro.
Unas pequeñas olas mojan mi vestido, mis pies y piernas, pero no me molesta, porque es una noche calurosa.
Recuerdo este lugar, vine con alguien y decir su nombre me duele. Así que no lo digo, ni siquiera para mí misma.
En esa oportunidad, yo coloqué mi cabeza en su regazo, mientras él acarició mi cabello trenzado y mi rostro. El contacto fue agradable, sus manos fueron cálidas y suaves a pesar de las evidentes pequeñas marcas de quemaduras accidentales que se hizo trabajando en la panadería. Su voz, me arrulló intentando calmar mis más profundos miedos. Me contó las cosas más hermosas que había visto y escuchado en su vida: la primera vez que su padre le dio crayones y papel para dibujar y pintar; cuando se ponía a dibujar con tizas en la calle y él hacia los más hermosos dibujos según su padre y sus hermanos; la emoción que sintió cuando su padre le enseñó a decorar los pasteles y hornear; los colores de un atardecer; la primera vez que me vio y me escuchó cantar, los Sinsajos deteniéndose a escuchar desde la ventana del aula; el canto de los Sinsajos, que de alguna manera le hacían acordarse de mí; mi sonrisa al día siguiente que me lanzó el pan, cuando encontré el diente de león en el suelo, luego de que nuestras miradas se encontrarán; la única mascota que tuvo, un perro al que amaba, que murió poco después del día que me dio los panes; los paisajes que se extendían mucho más allá del Doce.
Su voz fue monótona, pero con una dulzura en la misma, que sólo él podía expresar.
La noche está cerca. Lo sé porque el sol se está escondiendo.
El atardecer es el momento preferido de él.
Por alguna razón, eso me hace sonreír.
Pero, por otro lado, que él no esté a mi lado me entristece.
−¿Dónde estás, Peeta?
Pregunto en voz baja más para mí misma, que para que me escuche. Cierro los ojos y escondo mi rostro entre mis piernas.
Mis ojos se llenan de lágrimas, al saber que lo perdí, que él no va a volver por algún motivo que no entiendo.
Unas manos se posan en mi cabello y dan pequeñas caricias en mi cabeza.
−Aquí estoy –su voz me detiene en seco.
Él nunca se fue. Está conmigo.
Giro a mirarlo y cuando veo su rostro sonriente y su mirada penetrante sobre la mía, me lanzo a sus brazos.
Me recibe y me abraza poniendo un brazo alrededor de mi cintura y una mano recorriendo mi espalda. Lloro más fuerte, porque me alegra que él esté a salvo y a mi lado. Porque lo necesito y pesar de no saber cómo llegué a la playa, lo extrañaba. Una sensación cálida y agradable invade cada célula de mi cuerpo, hasta llegar a lo más hondo de mi alma.
−Volviste –susurro.
−¿Pensaste que te dejaría? ¿A ti de entre todas las personas? Eres lo más importante para mí –siento que debo decirle lo que siento, pero el llanto me impide hablar–. Ya... No llores. Ahora todo está bien.
−Peeta... te extrañé.
−Y yo a ti, Preciosa. Pero, volví para quedarme.
Él aparta mi cabeza de su cuerpo para que nuestras miradas se encuentren y él sorbe con sus labios cada una de mis lágrimas. Mis mejillas se encienden y mi corazón empieza a latir con fuerza, pero agradezco ese contacto, me recuerdan a todas esas noches que pasamos juntos y Peeta intentaba calmarme cuando las pesadillas eran tan intensas. Peeta descubrió que de esa manera me calmaba, porque lo sentía a mi lado apoyándome y consolándome. Sin embargo, él hace algo que me toma por sorpresa.
ESTÁS LEYENDO
VOLVIENDO A TI (Everlark)
FanfictionUniverso alterno de En Llamas y Sinsajo. La relación de Peeta y Katniss fue muy diferente desde el momento que volvieron de la Gira de la Victoria, ellos se empezaron a acercar mucho más, volviendo su "amistad" más confusa. Se casaron en secreto...