Probablemente de no ser por los reflejos de Michael, aquella pelota hubiese acabado con la visión de su ojo derecho. Los compañeros de clase del pelinegro se compadecieron del rubio quien estaba parado en medio de la cancha esperando a que el teñido volviera a lanzar el balón. El pelinegro tomó el balón entre sus manos, se levantó y caminó lenta y amenazadoramente hacia el rubio quedando frente a él. Era cómico, pues Michael no era muy alto al contrario del chico nuevo quien sí era realmente alto y aún así el pelinegro no se inmutaba.
─ ¿Fuiste tú el que lanzó el balón? ─Preguntó el pelinegro al rubio, este con un rostro totalmente sereno afirmó ante aquella pregunta─ ¿Hay algo que quieras decir?
─ ¿Puedes dejar la escenita para después y pasarme el maldito balón? ─Preguntó en un tono hastiado, Michael sonrió y sin pensarlo mucho tomó al rubio por el cuello de la camisa.
─ Mira pedazo de imbécil, tu puta pelotita casi me revienta el cráneo, mínimo unas putas disculpas de tu parte. ─Exigió el pelinegro aún teniendo tomado al rubio por el cuello, aunque la escena en sí tenía algo de gracia de igual manera daba miedo.
─ Vale, perdón ¿Estå bien? ─Terminó por admitir el rubio, Michael asintió con una sonrisa muy fingida y se fue de allí junto a sus amigas.
La campana sonó dando por terminado el receso, Michael entró junto a sus amigas preguntando qué asignatura tocaba ahora, a sus amigas no les extrañaba mucho lo despistado que podía llegar a ser su amigo. Luego de que le informaran que tocaba historia, un bostezo salió de sus labios y caminó directo hacia su puesto junto al rubio.
El profesor a penas entró comenzó a hablar, Michael se echó sobre la mesa para poder dormir pero faltaban los mimos de Calum, su mejor amigo. Así que sin más se echó sobre la mesa del rubio a su lado, este lo observó.
─ No te quedes ahí y dame mimos. ─Exigió el chico amablemente, según él. El rubio lo observó de forma extraña.
─ ¿Cómo? ─Preguntó desentendido el rubio, Michael suspiró.
─ Y yo qué sé, tú sólo acariciame. ─El rubio no pudo evitar pensar en doble sentido ante aquella petición sin embargo no se negó.
El rubio levantó su vista encontrándose con Amy y Maddie quienes hicieron mímicas de cómo debía acariciar al pelinegro. El rubio comprendió y comenzó a dar mimos en sus orejas, Michael sonrió automáticamente ante el acto, el rubio lo notó y no pudo evitar sonreír también, era como un pequeño gato.