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Aquella noche sería la última para el muchacho teñido que yacía sentado sobre el borde de su cama deshecha, agarraba su azabache cabello con fuerzas y apretaba sus dientes mientras las lágrimas caían libremente por sus mejillas hasta morir olvidadas en el piso de aquella habitación. Frente a él, en aquel mueble café habitado por aquellos peluches de ojos tristes que parecían mirarle con lástima, había también un vaso repleto de jugo y al lado de este cinco bolitas de naftalina, Michael estaba decidido a beberlas sin embargo habían segundos en los que la lucidez le invadía y desertaba de aquella idea tan descabellada.

Tragó saliva, estaba nervioso pero también decidido así que con su mano temblorosa tomó el vaso de jugo y dos de aquellas blancas pelotitas. Contó hasta diez mientras acercaba lo que le causaría la intoxicación de su cuerpo, sus labios rojos se abrieron dispuestos a recibir el veneno pero quedó todo allí.

Sus lágrimas caían una tras otra y apretando su mandíbula tiró aquellas blancas pelotitas a la mierda, el vaso también quedó olvidado en el suelo con el líquido derramado. Michael en su mente deseaba ser encontrado, deseaba ser salvado pero no se atrevía a desgarrar su garganta en un grito de auxilio porque simplemente no quería ser un estorbo a las personas.

La puerta de la habitación de pronto se abrió dejando ver el rostro preocupado de su madre, quien al ver a su hijo tirado en el suelo llorando desconsolado, corrió hasta él abrazándolo.

ㅡ ¿Qué pasa, bebé? ㅡPreguntó la mujer sujetando al joven por los hombros, este se negaba a verla a los ojos, solamente negabaㅡ ¿Por qué lloras? ㅡInsistía la madre del teñido, este en medio del llanto negaba.

ㅡ Nada, no pasa nada. ㅡRespondía Michael sin atreverse aún a observar el rostro preocupado de su madre.

ㅡ Nadie llora por nada. ㅡSeguía hablando la mujer, Michael sonrió irónicamente.

ㅡ Yo lo hago. ㅡFue todo lo que el teñido dijo.


Las lágrimas siguieron cayendo una tras otras, llenas de dolor todas. La mujer se negaba a dejar al solitario joven solo en aquel estado, el teñido no se calmaba y las manos de su madre dando mimos suaves en su espalda no ayudaba para nada y es que se sentía tan malditamente contaminado y ya sin poder más vomitó toda la mierda que tenía dentro de su mente, palabra tras palabra llena de sentimientos.


Escupió con asco aquel relato que mantenía guardado en su memoria, lloró desconsolado cuando comentó a su madre que aquellas desconocidas manos habían contaminado su cuerpo, que aquel cuerpo caliente encima del propio le revolvía el estómago cada vez que lo recordaba, contó con ira a su madre cuanto odiaba el reflejo propio frente al espejo, contó con tristeza que no estaba bien, que se estaba volviendo loco y esperó con anhelo que el sol volviese a salir y que su madre cumpliera por fin la promesa de ayudarlo.

Michael pensó que tal vez podría vivir unos días más.

MIKE IS A CAT (ฅ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora