6 - Dylan

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Mayo del 2014


Nada malo pasó durante el viaje. Pero no por eso mi corazón dejó de latir a mil por hora con mi estómago revuelto. Aunque estaba comenzando a descubrir que mi corazón latía de una forma diferente últimamente y las náuseas se trasformaban en algo distinto. Menos como un lavarropas y más como el cosquilleo de montones de alitas, y eso me aterraba más que cualquier cosa.

Bas condujo sin parar hasta llegar a una zona rural y cuando consideró que estábamos lo suficientemente lejos de la civilización, aparcó al borde de un camino de tierra.

Sólo entonces soltó mi mano y bajó.

Yo me quedé un momento intentando controlar mi pulso.

—Inhala y exhala —me dije—. Una vez, dos veces, tres, cuatro, cinco, seis...

—¿Estás bien, Dyl? —preguntó Bastian abriendo mi puerta. A veces intentaba contar las veces que él me preguntaba si estaba bien y yo siempre perdía la cuenta. Pero con él, la respuesta siempre era afirmativa.

—Vamos —dije saltando de la camioneta—, quizás nos caiga un meteorito encima.

—Entonces nos convertiremos en superhéroes —respondió con una sonrisa que hizo que mi corazón vuelva a ponerse raro.

Luego de tirar una frazada vieja en la caja de la camioneta y haber instalado mi viejo telescopio, nos sentamos sobre ella, esperando que comience el espectáculo.

—¿Qué creés que hay allá arriba? —preguntó Bastian, mirando a través del telescopio.

—Enormes esferas de gases y masas de tierra flotando en la nada —respondí, aunque sonó más como una pregunta que una afirmación.

—No, boludo. Me refiero a algo más que todas esas cosas raras que dijiste.

—No creo que haya algo más.

—Mierda, Dylan —suspiró—. Para ser alguien que se la pasa mirando el cielo sos bastante indiferente.

—Sólo soy realista —dije a la defensiva, tomando una latita de cerveza de la conservadora que había traído Bastian—. Además no miro el cielo, lo estudio.

—¿Y para qué lo estudias? —preguntó mirándome con sus ojos azules brillando con curiosidad—. Te pone nervioso la idea de estar en una cancha de futbol vacía. ¿No es más aterradora la idea de estar suspendido en el espacio con absolutamente nada a lo que aferrarte, ni siquiera aire?

—Tampoco hay nada que te haga daño —dije y bebí mi cerveza.

Dylan & BastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora