42 - Dylan

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Julio del 2014


Cada tres semanas tenía una sesión obligatoria con un psiquiatra. Aunque muchos les parecería extraño, para mí era completamente normal, así había sido desde que me diagnosticaron mi coctel de trastornos.

En realidad me caía bien mi psiquiatra.

Carolina era una señora de no más de cincuenta que había dedicado su vida a estudiar los trastornos sociales en niños y jóvenes. Yo era uno de sus conejillos de india favoritos y, con los años, ella se había ganado mi confianza.

Pero por primera vez en nuestras casi trecientas sesiones, estaba ansioso por hablar con mi psiquiatra. Ella mejor que nadie podría ayudarme a entender el revoltijo de emociones que me atormentaban.

Así que esa tarde, cuando entré a su despacho, fui directo a tirarme en el sillón de siempre y comencé a contarle todo.

Obviamente conocía a Bas por mis relatos e incluso por un par de sesiones en las que estuvo invitado. Se alegró de oír que participé de una fiesta e interactué con mis iguales. Pero cuando llegué a la parte del beso, apenas pude describirle el momento y mucho menos mis sentimientos.

—¿No tiene algo que haga que mi pecho deje de doler tanto? —dije al final.

Ella era la encargada de recetarme mis medicamentos para mantener bajo control mi locura. "No sé, parece que al besar a una persona se liberan un montón de químicos en el cerebro parecidos a los que producen las drogas" había dicho Mateo. Seguramente podría darme algo que contrarrestara esas drogas.

Pero ella me regaló una sonrisa triste desde su sillón junto al mío.

—Yo curo la mente de las personas no sus corazones, Dylan —respondió—. Lo que te pasa es completamente normal a tu edad.

—¿Entonces es normal que este enamorado de mi mejor amigo? —pregunté con sarcasmo.

—Más normal de lo que muchos creen.

—¿Soy gay?

—Eso no podría decírtelo —dijo apoyando los codos sobre sus rodillas cruzadas y acercándoseme un poco—. Eso es algo que tendrás que descubrirlo tu solito.

—¿Cómo?

—Sos un gran investigador, Dylan. Aplicá el método científico —respondió con una sonrisa—. Experimentá, hablá con chicos que hayan pasado lo mismo. Y no te cierres a una sola conclusión, existen un montón de orientaciones sexuales. Aprende sobre ellas. Mirá, lo único que te voy a dar yo es el número de una asociación LGBT que podría ayudarte en esto mejor que yo.

Antes de irme, anotó una sigla y una dirección en un papel y me lo dio.

—¿Querés que hable con tu mamá? —preguntó.

Como siempre, mi madre estaba afuera en la sala de espera trabajando desde sus netbook mientras esperaba para llevarme a casa. Luego de cada sesión, Carolina la hacía pasar al despacho sin mí para darle mi diagnóstico. Esta fue la primera vez que me preguntaba si había algo que no quería que le diga.

—No. Yo lo voy a hacer... cuando tenga las cosas más claras —respondí.

Dylan & BastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora