18 - Dylan

17.5K 3.3K 255
                                    

Mayo del 2014


El veinticinco de mayo llegó y vistió a la ciudad de celeste y blanco.

Y como cada año, los papás de Bastian nos recibían a mamá y a mí para almorzar locro todos juntos.

Por la tarde, Bas y yo nos escapábamos a la terraza a ver los fuegos artificiales que lanzaban desde la Casa Rosada.

—¿Te acordás de la primera vez que subimos acá? —preguntó Bas balanceándose en una de las hamacas.

—Cómo olvidarla. Estaba lloviendo a cántaros y vos me arrastraste hasta acá. Dijiste que así podría ver todo el cielo gris —respondí a su lado, viendo cómo la noche iba tiñendo de azul oscuro la tarde.

—Ey, yo también estaba asustado hasta la médula. Pero por alguna infantil razón pensé que con vos no me daría miedo estar acá —dijo mirando sus pies y podía jurar que un leve rubor había aparecido en su cara—. No sos el único que necesita apoyo moral a veces.

—Aww. Eso es lo más lindo que te escuché decir, Basti —bromeé estirando una mano para pellizcarle la mejilla.

—Ya dejá de decir boludeces —se quejó Bastian quitando mi mano de su rostro. Pero su sonrisa seguía allí—. Pero no me digas que ese día no te divertiste... aunque los dos estábamos bastante asustados al comienzo.

Bastian tenía razón. Al comienzo los dos nos quedamos parados en la puerta con nuestras manitas fuertemente agarradas, temerosos de recibir la lluvia que caía de aquel cielo gris que se veía tan grande. Tan amplio e inmenso... y tan alto. Sin dudas los dos estábamos más que aterrados.

Pero en seguida Bastian tomó una gran bocanada de aire y puso una graciosa cara de valentía, parándose derecho e inflando el pecho. En aquel tiempo Bas era más alto que yo y recuerdo pensar que él se parecía a uno de esos superhéroes de sus comics. Entonces él dio un paso fuera del refugio de la puerta y salió a recibir a la lluvia con una risita nerviosa y feliz a la vez.

Dio unos pasos más y me jaló con él.

Aun me acuerdo de lo maravillosa que me pareció la sensación de la lluvia golpeando mi acalorado cuerpecito y salpicando mis piernas cuando saltaba los charcos.

—Ese había sido un tipo de magia que nunca había conocido —murmuré, ahora sentado en la hamaca.

—¿Digiste algo, Dyl?

—No, no dije nada —me apresuré a decir. No me di cuenta de que había hablado en voz alta. Sería demasiado vergonzoso admitir frente a Bas cuán genial creía que era.

Dylan & BastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora