69 - Bastian

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Septiembre del 2014


El día que Dylan y yo decidimos decirles a nuestros padres que ahora éramos nov... novios, los reunimos en el balcón. Nos pareció un lugar bastante neutral y privado a la vez.

Por alguna razón, nuestras mamás estaban tomando mate. Me pareció algo curioso pero correcto. Estaba seguro que en los momentos más trascendentales de Argentina había un mate de por medio. Quizás San Martín iba tomando mate mientras cruzaba los Andes. Quizás yo también necesitaría uno en este momento.

—¿Alguien me dice por qué me despertaron tan temprano en domingo? —inquirió una Katia somnolienta, saliendo al balcón aun con su pijama de unicornios.

—Hay algo que Dylan y yo queremos decirles —respondí. Miré a todos los presentes: nuestras mamás estaban sentadas en unas sillas de jardín, mi papá estaba recostado por la pared cerca de mamá, Katia aun permanecía en la puerta de mi casa. Todos nos miraban con curiosidad y paciencia. Y Dylan... Él estaba parado a mi lado, los dos le dábamos la espalda a la ciudad. Me dio una tímida sonrisa y asintió. Tomé una profunda respiración—. Nosotros es... Nosotros somos novios.

Se produjo un tortuoso minuto de silencio.

—¿Eh? ¿Querés decir entre ustedes? —preguntó Katia confundida.

Ambos asentimos.

—Eso quiere decir que ustedes dos son...

—Aún estamos viendo cómo funciona eso —respondí encogiéndome de hombros.

Cuando ella logró caer en cuenta de lo que estábamos queriendo decirle dejó escapar una puteada.

—¡Ahh! No se vale. A mí me gustaba Dylan —exclamó haciendo un puchero* y el rostro rojo de vergüenza y rabia—. Me le iba a declarar cuando cumpliera quince. ¡No se vale! (*mohín)

—Yo lo vi primero —bromeé.

Entonces ella me sacó la lengua y se metió en la casa haciendo una rabieta.

A pesar de lo graciosa que me pareció la escena, sentí como se me helaba el pecho al pensar en que herí a mi hermanita. Entonces sentí una mano en mi mejilla.

—Ella va a estar bien —dijo mi papá, mirándome con cariño—. Solo tiene que asimilarlo.

Quise responderle pero entonces mi mamá nos envolvió a Dyl y a mí en un abrazo. A pesar de que ella era aún más pequeña que yo, los dos parecíamos unos niños en sus brazos.

—Los amo a los dos y solo deseo que sean felices —dijo y depositó un enorme beso en la frente de cada uno.

Cuando se separó fue el turno de la mamá de Dyl. Ella solía ser una señora más seria, pero nos tomó las manos y miró a su hijo con solemnidad y amor.

—Si esto es lo que te hace feliz te apoyaré sin importar lo que pase —le dijo apretando fuertemente nuestras manos. Y entonces se volvió a mí—. Sos un buen chico, Bastian. No hay persona más indicada en este mundo para Dylan. Sé que puedo confiarte mi tesoro a vos.

—¡Mamá! —exclamó Dylan, completamente rojo.

—Sin presión —respondí yo con una sonrisa nerviosa.

Desde la puerta, mi padre simplemente nos envió una sonrisa divertida.

—Creo que hoy voy a hacer asado para celebrar —dijo antes de volver a entrar en la casa.


Dylan & BastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora