Capítulo 2: Líder de la Bratvá

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Sasha

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Sasha

El humo blanco se situaba como un anillo sobre mi cabeza.

El puño de Carlos se elevó y aterrizó con crueldad en la mandíbula del empresario, enviándolo directamente sobre mi escritorio. Recliné la espalda en mi silla y di otra calada a mi cigarrillo; Carlos lo tomó de la camisa y lo azotó contra la pared, el hombre robusto se lamentó entre gimoteos entrecortados mientras caía al suelo y se hacia un ovillo. En un acto erróneo, se cubrió la cara con las manos para defenderse, entonces la bota de Carlos atinó una certera patada en su obeso estómago. Me sorprendió que le haya hecho algún daño con tanta grasa ahí abajo.

Lo levantó sin dificultad, para ser un hombre serio y que pasaba fácilmente desapercibido, tenía una personalidad severa y una fortaleza estoica. Aplastó la cara de Boira de nuevo contra mi escritorio, la sangre salía a borbotones de su boca ampliando una mancha espesa y roja a través de la madera. Moví los documentos hacia un lado.

—Por favor, señor Kozlov —escupió y un diente aterrizó sobre los documentos blancos—, fue un error.

—¿Me permito errores, Boira? —Lancé el humo hacia su cara. El reflejo de mi persona resplandecía en sus orbes asustados.

—Lo solucionaré...

—¿Cuántos años llevas lavando mi dinero? —Pregunté.

Erguí la espalda y apoyé los codos en la mesa, acercándome a su cara. Olía a colonia cara y canela. Hizo picar mi nariz.

—Diez, señor Kozlov —respondió temblando.

—¿Cuántas veces la policía incautó mi dinero? —Inhalé lo último de mi cigarrillo.

—Nunca, señor.

—¡Qué coincidencia! —Exclamé al tiempo que apagaba mi cigarrillo en el dorso de su mano. Gritó— ¿Quién te ordenó que entregaras mi dinero? Porque estás al tanto de a quien le pertenecía, ¿no? Los socios de mi padre no están muy felices con la mierda que has embarrado y que vas a tener que limpiar.

Le hice una seña a Carlos y volvió a alzar el cuerpo robusto, su puño voló y rompió la nariz de Boira, la sangre alcanzó a manchar la tinta oscura en mis dedos. Las calaveras tuvieron un efecto de color vivo.

—Dame nombres o tendré que mandar a Carlos a hacerle una visita a tu esposa —toqué el punto débil, estaba perdiendo la paciencia, mi tolerancia no era mucha y al parecer su cobardía sí.

—¡Igor Smirnov! —Soltó entre la desesperación.

—Un voyeviki —mi voz cargada de desprecio ante el insulto que eso significaba. Alguien con un rango menor había venido a joder mis negocios por culpa de este cerdo bueno para nada.

—Escuche...

El arma plateada envió un destello a sus ojos, antes de que captara lo que sucedía, la bala se disparó a través del cañón y atravesó su cabeza, justo entre sus cejas. Un sonido seco y su cuerpo se proyectó en cámara lenta hacia el suelo de mi oficina. Guardé el arma en mi cintura y agarré mi chaqueta.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora