Espero disfruten del capítulo, nos leemos pronto si comentan mucho love.
Erin
La impresión que me causó me mantuvo inerte bajo su peso casi asfixiante. Olía su perfume, palpaba la calidez de su piel, la dureza de su torso, sus brazos eran como una correa de acero que me presionaba contra la cama con dominio, distaba de algún indicio de suavidad, estaba dejando en claro un punto en todos los sentidos:
Que podía hacer conmigo lo que quisiera.
Y de manera irracional, yo quería ser suya.
Quería ceder a este deseo corrupto y lascivo.
Me sentía, excitada y extraña al mismo tiempo, como si nada de esto estuviera sucediendo en realidad; durante mis segundos de debilidad, anhelaba esa obsesión enferma y retorcida que lo dominaba cuando se trataba de mí. Sin importar cuanto me aterrorizaba su sadismo y lo que representaba, lo quería a él, todo de él, al menos por esta noche.
Me convencí de que quería pertenecerle, quedarme atrapada y protegida bajo la fortaleza de su cuerpo. Mi mente me sugería rendirme y permitirle que me poseyera sin refutar.
Temblé ante el primer contacto de sus dedos con la punta endurecida que era mi pezón, lo sostuvo entre su índice y pulgar, presionaba, mas no con dureza, se trataba de un toque gentil.
—Eres muy receptiva —lamió mi labio inferior y el temblor no se pudo ocultar más—, no sabes cuanto me gusta.
La aspereza de sus dedos intensificaba la sensación, eso, unido a las palabras que me susurraba con ese acento ruso, me calentaron la sangre a mil, pero cuando sus labios descendieron hacia mis senos, todo empeoró.
Lamió mi pezón con delicadeza, saboreándolo sin prisa, primero uno, luego el otro, en respuesta a su enloquecedora tortura, arqueé la espalda y empujé la pelvis contra su erección que me rozaba la cara interna del muslo. Sasha liberó mis muñecas y posó su agarre en la curva de mis senos, incinerando cualquier atisbo de razón que me quedaba.
—Sasha —jadeé alto, tomándolo del cabello, lo tenía suave y húmedo, mis dedos tiraron de él, mas no para apartarlo, sino para sentirlo más cerca.
Entonces desplazó su mano por toda mi anatomía, me tocaba con seguridad, como siempre lo hacia, seguro de donde debía posar sus caricias, como el experto que era en hacerme perder la cabeza.
Llegó a la unión de mis muslos que se encargaba de mantener separados, no era la primera vez que tocaba mi sexo, pero hubo algo bestial y posesivo en su mirada cuando sintió la humedad que empapaba mi centro.
—Tienes el coño muy mojado —me miraba bajo una espesa neblina oscura—, estás preparada para mí. Solo para mí —enfatizó con dominio.
Mi boca se secó y contraje el cuerpo al primer deslizamiento de sus dedos dentro de mí. Hundí las uñas en sus hombros e intenté cerrar las piernas.
—Esto es mío —demandó en un matiz ronco y bajo—, ¿entendiste?
No podía coordinar una sola palabra debido a que sus dedos no paraban de penetrarme y estimularme, mi mente se negaba a escucharlo y decirle lo que exigía oír. Me arrastraba hacia ese mar oscuro y devastador que él era, me hundía más y más en el caos de sus olas mientras me sostenía, sin embargo, temía que me soltara, dejándome perdida en ellas.
—Responde —exigió, empujando más adentro.
—¡Oh, Dios! —Arrastré las sabanas entre mis dedos, el fuego castigaba mi vientre bajo, precisaba aplacar el ardor, la necesidad desatada y violenta que presagiaba un éxtasis poderoso— Sí, sí.