Es un capítulo cortito y tranquilo💙
Aunque tengamos la evidencia de que hemos de vivir constantemente en la oscuridad y en las tinieblas, sin objeto y sin fin, hay que tener esperanza.
–Pío Baroja
Erin
—Me tratas como si fuera tu muñeca.
Sus manos siguieron ocupándose de secar mi cuerpo, se deslizaban meticulosamente por cada centímetro de mi piel. Yo solo podía observarlo a través del espejo. Las heridas pasadas seguían siendo visibles, los bordes se pronunciaron, los tatuajes se vieron afectados, su piel quedó marcada nuevamente. Había cicatriz, tras cicatriz, una oculta debajo de la otra. Me pesaba verlo así, pero no tocaba mucho el tema, Sasha no era alguien a quien le gustaba que sintieran lastima por él, pese a que, no era ese mi sentir, no podía evitar que lo viera de esa manera.
Brevemente me pregunté qué tan difícil fue para él matar a Sergey, de ese hombre que solo lo utilizaba para sus propios beneficios chantajeándolo con su pasado, con todo lo que ahora poseía en sus manos. Sasha nunca tocó ese tema, aunque me amaba, aún había cosas que él se callaba y se negaba a compartir conmigo; hubo muchos cambios desde el inicio de lo nuestro hasta ahora, sin embargo, lo que se refería a su pasado, Sergey y todo lo que le atormentaba, continuaba igual, rodeado de una enorme laguna oscura en la que me ahogaría antes de poder hallar la luz.
—Eres mi mujer, me gusta cuidarte, ya lo sabes, no sé por qué te sorprende —comentó luego de varios segundos. Sonreí un poco. Me gustaba cuando se refería a mí como su mujer, él era mi hombre, uno que estaba haciendo su egoísmo de lado para hacerme feliz.
—Cuesta acostumbrarme a que alguien esté cuidando de mí, siempre estuve sola —me encogí de hombros—, y las personas que me rodeaban solo me cuidaban porque se les pagaba por ello, en cambio tú lo haces porque me amas.
Se incorporó. Ambos nos hallábamos completamente desnudos, acabábamos de tomar una ducha después de tener sexo contra la pared de la regadera.
—Y demasiado. Espero que te acostumbres, mis manos difícilmente van a estar alejadas de ti —susurró en mi oído—. Ahora vamos a vestirnos.
—¿Qué? ¿Vas a ponerme las bragas y el sostén? —Inquirí burlona. Mordió el lóbulo de mi oreja.
—¿Quieres que lo haga? Apuesto a que te traerá bastantes recuerdos —musitó. Tragué saliva y negué.
—Hay cosas en ti que no cambian.
Rio y luego me propinó un azote fuerte en una de mis nalgas que me arrancó un grito por el dolor y la sorpresa.
—Date prisa, antes de que decida recordar viejos tiempos contigo.
Salió del baño y solo pude sonreí. Amaba a ese hombre.
Al estar en la habitación no lo encontré, lo hice cuando ingresé al armario. Sasha estaba colocándose un bóxer oscuro, la tela de algodón se veía diminuta en semejante cuerpo lleno de músculos, evidenciaba el bulto grueso y largo que sobresalía en su entrepierna. Tragué saliva y alcé la mirada, encontrándome con la suya que me pilló admirándolo.
Le di la espalda y abrí un cajón y tomé unas bragas de encaje, era lo único que veían mis ojos: encaje y más encaje. Posteriormente seguí con el sostén, Sasha ya terminaba de colocarse una camisa negra que se adhería correctamente a su torso.
—Sasha —mencioné despacio su nombre, me miró mientras apretaba el cinturón. Me estremecí un segundo, sin querer recordar lo que era capaz de hacer con él.