Capítulo 42: La belleza de la muerte.

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Es un capítulo cortito porque me dolía mi cabeza, pero quise dejarles algo que leer, gracias por sus comentarios bellos. El próximo capítulo es de revelaciones, así que depende de ustedes cuando se suba💙

Sasha

La sostenía en mi regazo, envuelta en la protección de mis brazos que se ceñían a ella con posesividad, el calor de su cuerpo se precipitaba a través de mi ropa en una caricia suave que se intensificaba cada vez que frotaba sus brazos contra mi pecho. Su peso casi nulo, me sentaba bien, era una muñequita de porcelana pequeña y frágil, indefensa a mi maldad mientras lloraba en silencio mojándome la camisa con sus lágrimas.

Me esforcé por ignorar la reacción inapropiada de mi cuerpo ante la suavidad de sus curvas y la humedad en su cara y me centré en los espasmos que poco a poco cesaban.

Al fin después de tanto la situación la sobrepasó, le tomó más tiempo del que creí, había sido bastante fuerte hasta ahora, con una voluntad difícil de quebrantar, admiraba su valentía, aunque esta solo le trajera consecuencias, como el hematoma que mancillaba su piel tersa.

Evité mirarla demasiado a la cara, si lo hacía, la dejaría aquí e iría por los responsables de su estado.

La habían tocado.

Y lo pagarían.

Verla herida, asustada y cubierta de sangre, despertó mi ira y una necesidad violenta de masacrar a todo aquel que se pusiera en mi camino. No soportaba que la dañaran, mi instinto protector me exigía mantenerla a salvo, dentro de una caja de cristal donde nadie pudiera tocarla otra vez, pese a sus objeciones y el efecto negativo que le causaba ser mi cautiva.

La traje a este sitio para protegerla de la violencia de mi mundo, aunque parte de él viniera conmigo cuando cruzaba esa puerta, dejarla fuera del ojo de mis enemigos fue mi prioridad, aunque no lo admitiera, Erin significaba una debilidad que ellos no desaprovecharían la oportunidad de explotar. Y me calentaba la sangre que Vania tuviera la estúpida idea de ordenar sobre Erin durante mi ausencia.

De alguna manera tendría que dejarle en claro a Sergey y a todo el puto mundo, que Erin me pertenecía y nadie que no fuera yo decidiría sobre ella.

Me pesaba tener que ordenar en su futuro ante la desolación que eso provocaba en ella, pero no había forma de que pudiera cambiarlo, mucho menos ahora que me confesó sus sentimientos por mí.

Erin dijo que me quería.

Sin darse cuenta había alimentado al monstruo en mi interior, el cual se hallaba bastante cuerdo para reconocer que no existía nada normal en la obsesión que sentía por ella.

La quería demasiado, en todos los sentidos, y conocer sus sentimientos solo acrecentó un deseo visceral y posesivo de retenerla a mi lado.

Hundí los dedos con más solidez en su cuerpo, apretándola contra mí en un gesto desesperado por sentirla a salvo y conmigo, como si al soltarla fuera a perderla. Sus palabras se grabaron en mi pecho con fuego, un fuego que no se apagaba, seguía quemándome por dentro y me gustaba la sensación. Era tan cálida y poderosa, me hacia sentir extrañamente feliz y vivo.

No renunciaría a todo lo que me provocaba, era un ser egoísta y me negaba a dejarla a ir ahora que conseguí tener parte de su cariño.

Haría lo posible por arreglar esto, por darle un poco más de libertad. Por mi mente pasaban un sinfín de posibilidades, miles de escenarios en los que ella se quedaba conmigo para siempre, cada uno mejor que el anterior. Solo había un problema, y ese era Sergey.

Bastaba pensar en mi padre para que todas mis fantasías con Erin se vinieran abajo. No existía una forma de que Sergey aceptara esto, la única salida sería matarlo, pero no podía. Joder. No podía asesinar al hombre que me ayudó a ser lo que soy.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora