Capítulo 20: No me desafíes.

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Lamento no haber subido ayer, pero aquí tienen su merecido capítulo💙

Sergey

La nieve siempre me resultó un espectáculo maravilloso, una belleza letal y silenciosa; fría y ardiente, capaz de asesinar solo con tocarte. Entumecía tus extremidades, helaba la sangre y poco a poco invadía cada espacio de tu cuerpo hasta tocarte el corazón, entonces lo detenía y tú ni siquiera te dabas cuenta de ello.

Se trataba de una muerte silenciosa que ves venir, pero te niegas a creer que pueda derribarte. Era tan inocente y preciosa, que al igual que muchas bellezas de este mundo, subestimaban su poder.

Los castigos más severos los había aplicado a través del hielo y Sasha podía ser testigo de ello, sin embargo, en ocasiones me gustaba quemar con el fuego de los infiernos que yo gobernaba.

Esta vez no actuaría de inmediato. Sasha estaba desafiándome, nunca confié en que su amor por Erin se hubiera ido del todo, a pesar del hombre en el que lo convertí; el suero hizo lo suyo, pero siempre existían pequeñas fisuras, fisuras que se volvían más grandes y permitían que los recuerdos escaparan. La cercanía que había tenido con Erin provocó muchas fisuras en su memoria y no me podía dar el lujo de perder por segunda vez a mi hijo.

Sasha era mi sangre, Erin no, aunque él pensara lo contrario.

No obstante, le permitiría jugar un poco con su mascota, porque a pesar de guardar muy profundamente un amor por Erin, este no era puro, era tan enfermizo como el que yo sentí por Elena. Ese amor que la terminó matando.

Cuando se llegara el momento, Sasha tendría que hacer lo mismo que yo: matar lo que amaba antes de que eso lo destruyera.

Si tan solo esa bastarda llevara mi sangre, las cosas habrían sido muy diferentes, los hubiera apoyado a estar juntos para obtener nietos dignos, con la sangre Kozlov corriendo por sus venas. Pero ni siquiera conocía al padre de Erin, nunca pude saber de quien se trató y esa jodida espina seguía carcomiéndome por dentro y me orillaba a desquitarme con esa pelirroja, ella pagaría por los pecados de sus padres.

Nadie se burlaba de un Kozlov.

—Dominic y Joseph esperan en la Fortaleza —anunció Vania. Mi mirada continuaba prendada del exterior, la nieve seguía atrayéndome como un imán—. Tuvimos noticias de Gav y Alexandra.

Apreté el ceño ante la mención de los nombres de mis hijos bastardos. No les perdí la pista, no podía darme el lujo de dejar cabos sueltos a los que les nacería la sed de venganza, y no me equivoqué. Ellos iban detrás de nosotros, su rencor los movía y me causaba gran curiosidad conocer sus movimientos. Quería saber hasta dónde serían capaces de llegar. El juego en mi tablero se hacia cada vez más interesante, con nuevas piezas y nuevas estrategias.

—Gav tuvo un acercamiento con Erin, según lo han registrado.

—Ya veo, parece que Gav y Sasha tienen una inclinación por las pelirrojas —susurré.

Tanto como yo, pensé, recordando a Marian.

—¿Se ha vuelto a acercar?

—No —contestó—, se ha mantenido a raya. Muy en silencio.

—Bien, ya saldrá —afirmé.

El vehículo en el que viajábamos se desplazó a través de la gran verja oscura custodiada por mis soldados y se detuvo a unos metros de la entrada principal. Enseguida mi puerta fue abierta, bajé y el hielo se adhirió a mi ropa y el frío abrazó mi nariz. Inhalé hondo. Me gustaba estar en Moscú, le di estos territorios a Sasha y había sabido manejarlos a la perfección, eso me hacia sentir cierto orgullo y era uno más de los motivos por los cuales no lo dejaría perderse por un coño.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora