Capítulo 33: El culpable de mi dolor.

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Erin

Una ráfaga helada me estremeció el cuerpo cuando la puerta de la entrada se abrió, revelando la figura de varios hombres, uno de ellos, en específico, el que lideraba, avanzó trayendo consigo un aura poderosa; si Sasha desprendía oscuridad, este hombre era pura tiniebla.

Su cabello rubio y corto estaba bien acomodado en un peinado elegante que mostraba motas de gris a causa de las canas que brillaban más que los mechones de oro, detonaba su edad, pese a ello, no lucía viejo, sino joven y vigoroso, de cuerpo ancho y bien conservado; el rostro bien parecido, cincelado en frialdad y desprovisto de emociones, se endurecía mientras clavaba el potente azul de sus ojos en mí, estos eran como los de Sasha, sin embargo, no encontraba ni una sola emoción en ellos, estaban vacíos, pero se trataba de un vacío espeluznante y turbio.

Sentí miedo apenas lo vi y fui incapaz de apartar la mirada del magnetismo gélido de la suya, no podía creer la magnitud de la maldad que destilaba, era destructivo, caótico, sórdido.

No imaginaba a Sasha siendo criado por este hombre, no me hacía una idea de lo duro que fue para el ruso someterse a esa mirada constantemente. Pensé un momento en las cicatrices del ruso y me pregunté si había sido Sergey el causante de ellas.

Luego, cuando eliminó la distancia que nos separaba, se detuvo justo delante de mí. A mi lado, Sasha reforzó su agarre en mi cintura, irradiaba tensión, ni él, ni Carlos, muchos menos yo, nos hallábamos cómodos con su presencia aquí y Sergey lo sabía, porque la diversión bailó en la comisura de sus labios levemente alzados hacia un lado.

Disfrutaba del caos y de las emociones negativas de los demás, parecía que se alimentaba de ello como un reptil venenoso que solo aceptaba alimento podrido y empapado de muerte.

Descendió la mirada hacia mis manos esposadas y un atisbo de algo desagradable cruzó en sus orbes. Entonces, estiró el brazo y contuve el aliento al primer contacto de sus dedos con los mechones pelirrojos y sueltos que enmarcaban mi rostro. Sasha hundió los dedos en mi cintura, causándome cierta molestia que me guardé, porque no quería que dejara de sostenerme, no cuando sentía que en cualquier momento me desvanecería a sus pies.

La conmoción me estaba haciendo añicos la mente, porque mientras Sergey jugaba con mi cabello como si fuera lo más interesante del mundo, la melancolia que se desbocó a través de mis ojos, también lo hizo en los suyos, fluyendo sin restricciones hacia la superficie azul.

Me dio la impresión de que recordaba algo, entretanto, yo podía verlo a él en mis recuerdos como una mancha borrosa, pero ahí estaba, mostrándose en medio de la oscuridad, bajo las estrellas que no fueron capaces de poner su luz en su rostro repleto de odio y dolor.

El corazón se me aceleró y sostuve la mano de Sasha que me rodeaba el cuerpo, un mareo me atacó, las piernas me temblaron y ahogué un sollozo cuando la bruma oscura se dispersó de mis recuerdos, específicamente del suyo y el mío.

—Tú lo hiciste —acusé devastada—, tú la arrojaste por ese balcón.

Una pérfida sonrisa asomó en sus labios simétricos.

—Erin, parece que los recuerdos te abordan en el momento menos indicado.

—¿Por qué? —Pregunté consternada, temblaba— ¿Por qué la mataste? ¡¿Por qué mataste a mi madre?!

Sentí mucha ira y vislumbré una advertencia implícita en sus ojos severos y sombríos.

—Erin, para —articuló Sasha en un susurro repleto de amonestación. No podía ver a Carlos, pero percibía el mismo enfado desprendiéndose de él.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora